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Cátedra Ernesto Che Guevara - Universidad Nacional de La Plata.
Sábado 20 de septiembre de 1997. 18 hs. Aula 1 del ex Jóckey Club (48 e/6 y 7).
TEORÍA Y LUCHA CONTRA EL IMPERIALISMO.
Manuel Gaggero, Gabriel Fernández, Jorge Cardelli, Luis Brunatti.


Guillermo Cieza:
Iniciamos la cuarta clase de esta Cátedra Ernesto Che Gue­vara. El tema de hoy es "Teoría y lucha contra el imperia­lismo". Este tema es continuación de la charla que dimos el sá­bado pa­sado. Los docentes que van a participar hoy de esta charla son Jorge Cardelli, Gabriel Fernández, Manuel Gaggero y Luis Bru­natti.
Empezamos esta charla en este mes de septiembre, recor­dando que un 23 de septiembre de 1850 moría uno de los pen­sadores y dirigentes más importantes que tuvimos en el Río de la Plata, que se llamó José Gervasio de Artigas. Y que un 19 de septiembre de 1968 moría uno de los dirigentes más brillan­tes y más lúcidos que tuvimos en nuestro país, que se llamó John William Cooke.
Iniciamos esta Cátedra con quien es profesor titular de esta Cátedra, Manuel Gaggero.
Manuel Gaggero:
Yo voy a dividir la exposición, como somos varios, vamos a tratar de hacerlo lo más sintéticamente posible las exposiciones, y después iniciamos la ronda de debate. Cuando se mencionó el aniversario de la muerte del Gordo Cooke, modifiqué algunos de los temas a plantear hoy y pensé en hacer una exposición breve de cuáles eran los ejes en debate en la elaboración de la teoría de la lucha contra el imperialismo en América Latina, y especialmente en la Argentina. Y en una segunda parte de la ex­posición, contar la experiencia y la relación, la experiencia nues­tra y los debates en la relación Cooke-Ernesto Che Gue­vara.
Yo creo que lo primero que tenemos que tener en cuenta es que en la cuestión del imperialismo hay un antes, por lo menos en América Latina, y en el debate en América Latina, hay un an­tes y un después de la Revolución Cubana. Y digo un antes y un des­pués porque, evidentemente, en todas las luchas previas a la Re­volución Cubana el componente nacional antiimperialista es­taba presente, aún cuando era muy fuerte la impronta demo­crá­tica. Porque recuerden ustedes que en las décadas del 40 y 50 hubo, fundamentalmente en muchos países de América La­tina, dictadu­ras del tipo de Trujillo en la República Domini­cana, Pé­rez Jimé­nez en Venezuela, Rojas Pinilla en Colombia, Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua, Castillo Armas en Guatemala, es decir, que había un conjunto de dictaduras, que planteaban la cuestión de la lucha anticolonialista, la lucha antiimperialista, como un se­gundo aspecto, y planteaban como una primera cuestión la rei­vindicación democrática en los mo­vimientos pre­vios al triunfo de la Revolución Cubana. Además, en todos los partidos comunistas y socialistas de la década de entre el 30 y el 40 se había produ­cido todo un debate en torno a la cuestión, cuando aparece como un elemento a tener en cuenta en la polí­tica internacional la pre­sencia del fascismo, aparece el planteo de Dimitrov de los frentes populares anti­fas­cistas, entonces, de alguna manera la cuestión del imperia­lismo estaba contenida en la cuestión más amplia de la lucha demo­crática o de la lucha por la democracia antifascista. En­tonces, esa era la característica hasta la Revolución Cubana.
La Revolución Cubana, en el conjunto de los países latinoa­mericanos, plantea dos cuestiones centrales en este debate. In­tro­duce dos cuestiones centrales. Por un lado, introduce la po­sibili­dad cierta, real, de derrotar a los ejércitos enemigos, a los ejérci­tos que respondían al imperialismo, y a las dictaduras, la posibili­dad cierta de derrotarlos, y de iniciar un proceso de libe­ración nacional y social, sin etapas. Hasta ese momento se plan­teaba en la discusión en el campo revolucionario que había como dos eta­pas. Una primer etapa que era fundamentalmente anticolonialista, antiimperialista, democrática, y una segunda etapa del proceso revolucionario que era socialista. En la pri­mera etapa, y está con­tenido en este programa, se pensaba que había que hacer alianzas con fracciones de las burguesías pa­trió­ticas de cada país, que eran antiimperialistas, y que en la se­gunda etapa serían expropiadas por el nuevo poder a construir, por el nuevo poder revolucionario. La Revolución Cubana, en­tonces, volviendo al planteo, introduce estos dos elementos. Por un lado, le dice al conjunto del movi­miento popular, al con­junto del movimiento revolucionario lati­noamericano, la revo­lución es posible, y por otro lado, plantea la cuestión de la re­lación entre revolución anticolonialista, antiim­perialista y revo­lución socia­lista. Porque ustedes recuerden que fue muy rápido, hubo prác­ticamente un período de un año, y ya en el 61 la Re­vo­lución Cu­bana se declara socialista.
Esto introduce, además del tema de la unidad entre lucha an­tiimperialista y lucha por el socialismo, plantea el problema de la confrontación, la confrontación por la vía armada, no por la vía pacífica, parlamentaria, es decir, es posible derrotar al imperia­lismo pero con las armas en la mano. Segundo tema en debate. E introduce también el tema de quién vanguardizaba esta lucha, porque plantea también, pone en discusión la Revo­lución Cu­bana la tesis del partido, de la necesidad de un partido revolu­cionario, marxista-leninista, que dirigiera el proceso re­volucio­nario. Y plantea la posibilidad de que esta dirección es­tuviera en manos de un frente de liberación mucho más amplio que un par­tido, que incluso contuviera, tuviera componentes ideológicos diferentes, marxistas, cristianos, nacionalistas revo­lucionarios, y que además tuviera como centro de la lucha, y ésta es la tesis del Che, como realmente elemento que van­guardizaba este frente, al ejército guerrillero. Ésta era la tesis que levantaba Ernesto Che Guevara.
Todos estos temas se debatían ampliamente en los 60, y en la Argentina este debate tenía otros ingredientes. Porque ade­más de que se debatía lucha armada o lucha pacífica; si lucha refor­mista, lucha parlamentaria o lucha armada; se planteaba acá una discu­sión que tenía que ver con el papel de la burgue­sía, y con el ca­rác­ter de la revolución, y con la características de la estructura de país de la Argentina. ¿Por qué?. Porque, en general, había dos concepciones. Por un lado, los sectores más ligados a la iz­quierda clásica, que tenían como teórico, de al­guna forma, a Fush, plante­aban que la Argentina era un país que conservaba formas feuda­les, era un país capitalista pero no integralmente capitalista, donde subsistían formas feudales. En­tonces, plante­aba que el ca­rácter de la revolución en la Argen­tina de los 50, 60, era funda­mentalmente agraria, democrática, antiimperialista en el camino hacia el socialismo; ésa era la ca­racterística. Plan­teaba que había en el país componentes semi­feudales y le daba, le otorgaba a la burguesía y al ejército, in­cluso, a los sectores patrióticos del ejér­cito, un papel en este proceso, digamos, de cambio revoluciona­rio. Por otro lado, en la nueva izquierda que va surgiendo en los 60, se plantean dos concepciones, diría yo a grandes rasgos, había muchas más. Pero las dos concepciones más fuertes eran, en gene­ral coinci­díamos todos, peronistas re­volucionarios y no peronis­tas, mar­xistas, etc., de esta nueva iz­quierda, coincidíamos en el carácter capitalista de la estructura argentina. Decíamos, eviden­temente hay un error, no hay ningún resto de feudalismo en la es­tructura económica argentina, la Ar­gentina completó el ciclo de la cons­trucción de la nación, en términos de nación capitalista, y ade­más la burguesía ha cum­plido su papel transformador. Eso sos­teníamos nosotros, esen­cialmente los que militábamos en el pe­ronismo. Ha cumplido su papel transformador en el período 45-55, es decir, durante el período del peronismo, y más de eso no puede dar. O sea, que la revolución evidentemente que se tiene que dar, este proceso re­volucionario, no va a tener un carácter democrático-burgués sino más bien va a tener un carácter an­tiim­perialista y socialista, en razón de que el país es un país de estruc­tura capitalista y la burguesía ya ha cumplido su ciclo, y se re­quieren transformacio­nes más profundas de las que la bur­guesía llevara a cabo en este período 45-55. Pero había otro sector den­tro de esta nueva iz­quierda, que planteaba directa­mente el carác­ter socialista de la revolución. Reconocía en el proletariado, pen­semos, estamos hablando de los 60, la clase obrera en los 60 tenía un compo­nente industrial muy fuerte en Argentina, estábamos en el tercer período de sustitución de im­portaciones, era un país con desa­rrollo industrial importante; éste proletariado era el que iba a encabezar las luchas y además le iba a dar, evidentemente, un contenido clasista al proceso re­volucionario. Es decir, plantea­ban una confrontación de clase contra clase. Directamente eran las fracciones que reivindica­ban, fundamentalmente, al foquismo en los años 60. Entonces en ese marco estaba el debate.
El debate del método, el debate del carácter de la lucha, era otro de los debates que se introducía en los grupos, las organi­za­ciones revolucionarias de la década del 60. Del 60 estamos ha­blando, no del 70. Eran muy pequeños los grupos, y también se introducía el tema del método. Y en general, la nueva iz­quierda planteaba con fuerza que no había otro camino que el camino de la lucha armada, de la lucha revolucionaria, y de ahí se dividía en dos grupos o dos corrientes o dos posiciones. Una, que reivindi­caba el papel o la característica urbana de la Ar­gen­tina, marcaba la necesidad de que la guerra tuviera como esce­nario las ciudades, y que la lucha fuera inminentemente ur­bana. Y otros que plantea­ban, levantando la tesis de Guevara de la ne­cesidad de una acu­mulación de carácter militar en el campo, sin perjuicio que la guerrilla desarrollara acciones en las ciudades. Éste era, más o menos a grandes líneas, los ejes divisorios del movimiento revo­lucionario en los 60, y de cómo se veía el papel del imperio o del imperialismo en nuestros paí­ses, y en nuestro país en concreto.
En esta concepción del imperio, las características del país, si bien nosotros decíamos que el país era capitalista y que había completado su ciclo de construcción del capitalismo, también de­cíamos que era un capitalismo dependiente. O sea, que efecti­va­mente había una relación de la construcción capitalista con el im­perio que hacía que la revolución tuviera un carácter, si bien tu­viera un carácter fundamentalmente antiimperialista, y a la vez también socialista, en la medida que había que expropiar a sec­to­res de este capitalismo para generar el proceso de acumu­la­ción y las transformaciones revolucionarias que se plantea­ban.
En esa situación, en los 60, y ya para terminar, se da uno de los tantos intentos que hubo en esta década, de construcción de un proyecto revolucionario, de un frente de liberación, que fue el que, de alguna manera, pilotean desde La Habana John Wi­lliam Cooke y Ernesto Che Guevara. Cómo se arma esta rela­ción. Yo este tema lo introduje ahora, fundamentalmente, por­que es el ani­versario del Gordo y me parece muy importante se­ñalarlo. La re­lación del Gordo con Ernesto Che Guevara fue muy fuerte, fue una relación donde, en todas las relaciones polí­ticas de ese pe­ríodo, de cualquier período, cada uno recibe del otro. El Che de alguna manera le incorpora a Cooke una visión del proceso revo­lucionario de carácter mundial, de cómo el Ter­cer Mundo estaba viviendo en los años 60 todo un proceso de crecimiento de las re­voluciones: Argelia, Vietnam, los pue­blos árabes, los pueblos africanos, los movimientos anticolo­nialistas en Mozambique, An­gola. Y por otro lado, el Gordo Cooke, que había participado como uno de los protagonistas claves de toda la experiencia pe­ronista, y que tenía muy claro el papel del pe­ronismo en ese pe­ríodo, le incorpora este elemento, es decir, la necesidad de tener en cuenta en cualquier proyecto revolucio­nario al peronismo. Di­gamos como de alguna manera, gigante miope e invertebrado que hablaba Cooke, este hecho maldito del país burgués, como él de­cía, había que tenerlo en cuenta en cualquier proyecto revolucio­nario.
Cooke y el Che coinciden en la formulación de un frente de liberación que iniciaría efectivamente las acciones revolucio­na­rias a través de un núcleo guerrillero en la montaña, pero que tendría como escenario central las ciudades. Para eso convoca un conjunto de grupos que en ese momento estaban planteán­dose la lucha revolucionaria, que estaban inmersos en este de­bate que yo señalaba. Fue un sector del Partido Socialista que encabezaba en esos años Ernesto Semán, que después desapa­rece en el año 76, es secuestrado por la dictadura militar; otro grupo, un grupo de Pa­labra Obrera que se llamaban Peronismo Obrero Revolucionario; un grupo trotskista que encabezaba el Vasco Bengochea; un grupo que se definía como LN, que te­nía como ideólogo a Abra­ham Guillén; y después grupos pe­ronis­tas independientes. Todos estos son convocados por Er­nesto Gue­vara y por Cooke, año 61, finales del 61, principios del 62. La experiencia, lamentable­mente, fracasa.
Esto termina, digamos, se profundizan las diferencias, pero de alguna manera esto instala este debate y muestra dos cosas, para cerrar. Por un lado, que es mentira lo que dice Castañeda respecto a que el Che se va de Cuba en 1966-67 por diferencias con Fidel. El Che se planteaba en 1961, y esta experiencia lo muestra, ya la necesidad de trabajar en un proyecto revolucio­nario en el Cono Sur, sobre la base de la concepción que él le­vantaba como ele­mento rector de su planteo, que era la Revolu­ción Cubana, la re­volución en un solo país, no puede subsistir, y es necesario exten­der el proceso revolucionario, y el Cono Sur efectivamente es un escenario para este proceso. Esto desmiente la tesis de Castañeda, muestra la fuerza y la decisión del Che. Y por otro lado, la rela­ción que se estableció entre el Che y John William Cooke, una relación muy importante que después se ca­naliza en el apoyo al intento de Masetti en el 63, y después sigue con un intenso inter­cambio epistolar entre el Che y Cooke. Yo creo que, con esto concluyo porque somos varios y son muchos los temas, lo que quiero señalar como síntesis es que estos deba­tes de la década del 60 fueron, de alguna manera, y dieron ori­gen a después lo que se siguió debatiendo durante el 70, y a la formación de las organi­zaciones revolucionarias, del ascenso re­volucionario de la década del 70. Nada más.

G. Cieza:
Le damos la palabra a Gabriel Fernández. Gabriel Fernán­dez es coordinador de la Cátedra en la UBA, es también coor­dina­dor en esta Cátedra, y es uno de los autores o mentores de la Cátedra Che Guevara en la Argentina. Además, es periodista del diario de Madres de Plaza de Mayo.

Gabriel Fernández:
El tema teoría y lucha contra el imperialismo en modo al­guno queríamos transmitir desde la Cátedra, esto lo habíamos señalado en la clase inaugural, la concepción de Guevara como algo más extraordinario de lo que él fue. Es decir, estamos ha­blando de un revolucionario extraordinario y al mismo tiempo queremos inser­tarlo dentro de procesos de transformación en los cuales la lucha antiimperialista es determinante. Yo pensaba, para tirar algunos datos muy brevemente, que valía la pena pen­sar en voz alta, re­flexionar un poco entre todos acerca de los an­tecedentes de ele­mentos de ruptura existentes en la sociedad ar­gentina, y descono­cidos por muchas generaciones de militan­tes, no tomados en cuenta, y que inciden como clima cultural social sobre el Che Guevara, aún cuando él no abrevara nece­saria­mente sobre tal o cual autor. En este sentido la Argentina, hoy al comienzo Gui­llermo Cieza hablaba de Artigas, no vamos a ir tan lejos pero creo que es un dato relevante a tomar en cuenta, la Argentina tiene ejemplos de ruptura de tradiciones políticas y de rupturas hacia adelante muy, muy importantes. Vamos a nombrar a modo de ejemplo a unos pocos para no ha­cer extensa la exposición.
Pero vamos a recordar, por ejemplo, sobre fines del siglo pa­sado, para arrancar con el período actual, a un alemán que se lla­maba Germán Ave Lallemant, quien llega con su ideología re­vo­lucionaria, su ideología marxista, a la república Argentina. Parti­cipa de la fundación del diario El Obrero, que es el primer diario marxista. Y fíjense cómo introduce un elemento central. El tipo anda, pelea junto a los trabajadores aquí, se vincula con el con­junto de las colectividades que llevan adelante, desde el anarco­sindicalismo, el anarquismo, el socialismo y el colecti­vismo, las distintas luchas y dice, bueno, es evidente que aquí se observa con claridad la disyuntiva trabajadores y explotado­res, en la cual no­sotros creemos integralmente a nivel mundial. Pero aquí hay algo más. Aquí hay una opresión nacional por parte de Gran Bretaña que merece ser elucidada. Esto lo señala Lalle­mant, de manera periodística, si se quiere, en el diario, y de ma­nera sindical en las reuniones de trabajadores, antes que Lenin señalara lo propio de una manera más teórica, más desa­rrollada, en Rusia. Desde ese momento Lallemant desarrolla su vida, co­labora activamente con las corrientes de izquierda de la Unión Cívica Radical, porque se­ñala hay que unir el campo nacional con el campo marxista, sin definirlo en esos términos, que son mucho más contemporáneos, como lo recordaba recién Manuel. Pero desde que termina su vida política casi no es rei­vindicado por la izquierda argentina, que toma o uno u otro camino como elementos excluyentes, si nos damos cuenta. So­bre todo en la izquierda tradicional, donde Juan B. Justo y el llamado Partido Socialista Internacional entran a pe­sar de ma­nera decisiva.
Siguiendo. Manuel Ortiz Pereira, para que veamos de dis­tin­tos afluentes. Manuel Ortiz Pereira es radical y hace el ca­mino inverso al de Germán Ave Lallemant, ya sobre comienzos de si­glo. Él señala el problema de la Argentina es la falta de so­bera­nía frente al imperio. Él señala el problema de la Argen­tina es, bueno, somos un país encadenado, pero empieza a ob­servar que existen latentes, debido a ese encadenamiento, una serie de condicionan­tes sociales internos que genera colonia­lismo cultu­ral, lo cual hace que las clases sociales, en lugar de desenvol­verse según sus intereses, se desenvuelvan según los in­tereses que les hacen creer que tienen. ¿Qué hace entonces?. Preanun­cia las zonceras de Ar­turo Jauretche en un libro, entre otros, que se llama La tercera emancipación. Y desde el otro perfil con­fluye, confluye en un ni­vel general, no generacional­mente, con el plan­teo previo de La­llemant.
Posteriormente, Arturo Jauretche. Arturo Jauretche rompe con la Unión Cívica Radical en el año 42. Dice están tan ma­no­seadas nuestras banderas dentro del radicalismo que, por más que noso­tros sigamos siendo radicales, más vale irnos porque el alvea­rismo ha copado esta estructura. El que quiera ver alguna rela­ción con la actualidad, con otros movimientos históricos, la puede tomar, porque creo que Jauretche pensaría así. Y señala que la posibilidad de transformación integral de la Argentina pasa por desestructurar los elementos de colonialismo mental, al igual que lo decía Manuel Ortiz Pereira, que existen en este país. Pero avanzan lo suficiente en un tramo desconocido de Jauret­che como para en los años 70 plantear el apoyo a la ju­ventud in­surgente en ese momento. Y él se dirige a sus compa­ñeros, a sus viejos pero­nistas, y les dice no hay que quedarse en viudos tris­tes, no hay que quedarse con la casa vieja, porque la casa nueva se está cons­truyendo y la están construyendo estos jóvenes re­vo­lucionarios. En la casa vieja, como la conocemos, aunque sea una porquería nos parece que está adecuada y que es có­moda; en la casa nueva que se está realizando hay tachos de pin­tura en el medio, en las escaleras, nos hacen tropezar, se cae el revoque que se acaba de poner, hay que lanzar una cons­trucción muy fuerte. En ese sen­tido, Arturo Jauretche plantea la ruptura con la tradición absoluta del nacionalismo revisionista para inte­grarla a la tradición que es­taba refundando la Juventud Peronista y las distintas corrientes transformadoras en ese mo­mento.
Agustín Tosco. Agustín Tosco marca, junto con John Wi­lliam Cooke, desde ambos perfiles diferenciados que confluyen, algo así como el proceso de maduración social que vive el pue­blo argen­tino, y que es cortado con el golpe de 1976. Agus­tín Tosco, a partir del problema evidentemente social, plantea la necesidad de unidad, después de un largo proceso que va desde el peronismo antiburocrático hacia el marxismo, la unidad con los sectores como los encarnados por Atilio López, que permi­tan configurar un frente que aúne la liberación nacional con la li­beración social. En todos estos casos, y Tosco también es un pa­radigma, hay rup­tura con los elementos tradicionales de cada una de las vertientes.
Y John William Cooke, que evidentemente transgrede, aún sintiéndose más peronista que ninguno, absolutamente todos los cánones tradicionales del peronismo. Y se lo puede bucear en la definición y la descripción que él hace con respecto al tema de la burocracia.
En todos estos casos hay un recorrido común que tiene que ver con por qué decíamos el Che Guevara como producto de un clima social cultural aún cuando no abrevara en uno o en otro elemento, y es el tema de la forma de construcción del conoci­miento. El problema del conocimiento implica desde dónde se mira la reali­dad. Y a través de todos los compañeros, apenas hemos mencio­nado algunos, podríamos mencionar a otros, a Hernández Arre­gui, a Milcíades Peña desde un perfil comple­ta­mente distinto, a Silvio Frondizi, a Walsh, a Mario Roberto San­tucho, todos esos compañeros señalan que hay que estar parado en algún lado sin perder la dinámica. Es decir, hay que estar pa­rado en una zona geoeconómica desde donde se mira el mundo para no flotar en la indeterminación, como decía Cooke, y estar parado en una clase social determinada para no mirar el mundo desde cualquier lugar, donde aparecen intereses conflu­yentes debido a la región geoeco­nómica pero que no son claros, en cuanto a la determinación so­cial, sobre qué tipo de transfor­ma­ción se necesita en el país.
No voy a ir mucho más lejos pero, simplemente para cerrar, señalo que en los 60, y en esto creo que Jorge va a hablar al res­pecto, se abren dos grandes vertientes que son herederas de to­das estas tradiciones de ruptura, que es la nueva izquierda y el pero­nismo revolucionario. Entiéndase las denominaciones como de­nominaciones amplias y aglutinantes, y en modo al­guno refe­ridas a una organización en particular, aún cuando haya tomado tal o cual nombre. Todas estas tendencias, y eso es lo que hay que re­cuperar, por eso decía lo de la maduración social cortada en el 76, porque el golpe del 76 es económico en el sentido que Martínez de Hoz le imprime a este proceso, pero sobre todo es político para cortar un proceso de maduración que era muy tras­cendente para la sociedad argentina; hay un des­mentido integral muy fuerte, muy sólido, a las iglesias en la política. El Che Gue­vara, que condensa como revolucionario extraordinario este tipo de plan­teos, hace hincapié en la des­dogmatización y no sólo en sus escri­tos o, yo diría, no tanto en sus escritos como en su ac­cionar con­creto. El Che es una es­ponja del saber latinoameri­cano, el Che es una esponja del clima cultural argentino, el Che aprehende de los distintos paí­ses que va conociendo lo mejor del saber local, lo mejor del sa­ber popular que anda circulando en boca de la gente en ese momento, y no lo desprecia en ningún momento ni lo com­para con el saber teórico de los libros. Él sabe que hay que estu­diar, él sabe que los grandes clásicos del marxismo merecen ser leí­dos, pero él dice aquí tenemos una realidad latinoamericana a transformar, y esta realidad latinoa­mericana la vamos a trans­for­mar con estos tipos que están pele­ando acá. En ese sentido, la tradición de ruptura argentina, la tradición de ruptura de las tra­diciones latinoamericanas se fusio­nan en el Che Guevara, como uno de los ejemplos máximos de revolucionarios en nues­tro con­tinente. Gracias.

G. Cieza:
Voy a presentar al próximo expositor que es Jorge Cardelli. Es dirigente de CTERA y con él tuvimos el placer de participar en esta Cátedra Che Guevara cuando se dio en la UBA, en una clase que dimos en la Carpa Docente.

Jorge Cardelli:
Bueno, yo voy a tratar de continuar en el marco de proble­mas que planteaban los compañeros, señalando una cosa que me pa­rece importante. Cuando nosotros hablamos de los deba­tes de la década del 60, del 70 o todo el período hasta la dicta­dura mi­litar, entramos en esa etapa habiendo salido de dos gue­rras mundiales. Es decir, hay un mundo de posguerra, y ese mundo de posguerra, que normalmente se lo suele presentar como cosa separada, fue todo el larguísimo proceso a través del cual el sis­tema capitalista terminó de resolver su crisis. Y real­mente la crisis la resolvió no propiamente de una manera pací­fica y ar­mónica, sino realmente de la manera más salvaje. No­sotros no debemos olvidar que los Estados Unidos, la potencia líder del mundo actual, no vaciló en tirar la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki para terminar la segunda guerra mun­dial. O sea que para aquellos que piensan de que porque no hay dos bloques en este momento posiblemente tengamos más se­guridad de paz, yo diría que no es para pensarlo de esa manera. Pero el mundo que surge en la posguerra, diga­mos, esquemáti­camente hay tres blo­ques: el mundo capitalista, el mundo so­cialista y los países del Tercer Mundo. Y muchas veces noso­tros, en los análisis de esa época, olvidamos la fuerza y el valor que tenía lo político inclu­sive en el propio desarrollo econó­mico, valor que inclusive hoy nos hace mirar mal muchas de las situaciones que viven algunos países en particular. Un debate fuerte que giró alrededor de toda nuestra militancia fue el tema del papel que jugó Argentina en la segunda guerra mundial. Y el papel que jugó Argentina en la se­gunda guerra mundial está li­gado al surgimiento del movimiento peronista que tuvo, real­mente, más allá de cualquier discusión, un papel dominante en la vida política argentina desde los cua­renta y pico en adelante. Y quiero señalar un poquito algunos elementos de ese debate.
En principio, vistas hoy las cosas, uno puede decir que en la segunda guerra mundial se debatieron varias cosas. Uno de los temas que se debatió era la contradicción capitalismo con el so­cialismo, que la expresaban Alemania, por un lado, y la Unión Soviética, por el otro. Pero también era cierto que era una gue­rra interimperialista porque Alemania, Japón e Italia discutían con los Estados Unidos e Inglaterra la nueva redivi­sión del mundo, y querían recuperar colonias porque habían quedado afuera. Ale­mania porque perdió la primera guerra e Italia y Ja­pón porque no habían quedado para nada en el re­parto de colo­nias. Y hay una tercera cuestión que también se jugaba en la se­gunda guerra mundial, que era el avance de China y la lucha por la liberación nacional contra los japoneses, en este caso en China. O sea que era una guerra donde había una cantidad enorme de aspectos. Y una guerra en la cual, por diferentes ra­zones, América Latina no estaba participando de esa guerra.
América Latina estaba a distancia de esa guerra. Lo cierto es que, producida la guerra, la primera cuestión, aflojada la presión imperialista, ya sea por la crisis del 30, ya sea por la cuestión de la guerra, se produce un marco de condiciones para que aquí surja un desarrollo nacional con una cierta burguesía, que hizo bastan­tes cosas, y por el otro lado una gran cantidad de conquis­tas por parte del movimiento trabajador. Esto fue el hecho obje­tivo, y es cierto que en la dirigencia que conducía ese proceso, la dirigencia hegemónica, ni de lejos tenía una posi­ción socia­lista, era clara­mente, tenía la idea de un desarrollo nacional, de una indepen­dencia, y especulaba con la guerra. E inclusive más, Perón, una buena parte de su tiempo, pensó que la guerra que había termi­nado en el 45, había posibilidad de que hubiese una nueva guerra mundial, particularmente en Co­rea, y eso le diese nuevo espacio a nuestro país para un nuevo desa­rrollo nacional. Es decir que, como burguesía nacional, in­du­dablemente tuvo un carácter inde­pendentista.
Lo cierto es que de una forma o de otra, después de la se­gunda guerra mundial y ya por los 50, hay un cierto clima op­ti­mista desde la perspectiva del desarrollo. Desde la perspectiva de desa­rrollo, digo, porque en los países capitalistas básica­mente fun­ciona toda la ideología keynesiana, todo el estado de bienes­tar, hay un conjunto de teorías que dicen que el capita­lismo iba a cre­cer de manera indefinida y no iba a tener ningún tipo de pro­blema. Pero también hay una posición optimista en los propios países socialistas. E inclusive está el discurso del Che en Monte­video donde dice nosotros vamos a crecer al ocho por ciento anual, e inclusive le contrapone en los debates a la posición que tenían los demás ministros de relaciones exterio­res, le contra­pone el plan. Y les dice nuestro plan es tan fuerte que nos va a permitir crecer al ocho por ciento anual, y no sola­mente eso, vamos a lo­grar lo que lograron ustedes, lo que logró el capita­lismo, en mu­cho menos cantidad de años y con mucho menos sufrimiento. Es decir, la idea de lograr el crecimiento y lograr toda la riqueza y lograr toda la posibilidad económica que tenían los países desa­rrollados era una posibilidad que se planteaba desde el socia­lismo, pero por un camino diferente. Y también, y es importante decir, desde diferentes ideologías de­sarrollistas que existían en los países del Tercer Mundo, parti­cularmente en África, y también desde posiciones peronistas, se planteaba que era posible hacer la liberación nacional, hacer un desarrollo con cierta independencia y con cierta planificación tener altas tasas de crecimiento y alcan­zar los mismos niveles que los países de­sarrollados en muchos menos años y con mu­cho menos sufri­miento.
A mí me parece importante, de esta idea, yo le llamaría a esto el mito del alcance, lo quiero poner porque hoy vuelve a es­tar presente. En aquel momento el mito del alcance estaba pre­sente por la vía de la industrialización. Íbamos a resolver nues­tros pro­blemas si nos industrializábamos. Industrializarnos era hacer lo mismo que tenían, alcanzar el mismo nivel de desa­rrollo indus­trial que tenían los países desarrollados. En ese marco, un aspecto importante del debate que nos ligó a noso­tros, y con Manuel en ese sentido, uno de un lado, otro de otro, hay una cosa importante que se saldó por los 60, que un poco lo dice Manuel, la idea de que el mundo capitalista era un solo mundo. No había varios mundos, no había un capitalismo que se daba en los países desa­rrollados y después se iba expan­diendo hacia los países periféri­cos, y que en todo caso nosotros, Argentina y América Latina, éramos una etapa de ese proceso, es decir, ahora estábamos en la etapa feudal y después iríamos avanzando a otras etapas superio­res. Ya había un solo mundo capitalista, y en ese mundo nosotros éramos una parte. Es decir, el Tercer Mundo, América Latina y los países desarrollados eran parte de una misma articulación. Los países periféricos éramos los países explotados y los países desa­rrollados crecían gracias a la explo­tación que tenían los países periféricos. Pongo esto en la mesa porque también esta es una idea que hoy ha de­saparecido del mapa. Ha desaparecido la idea de explotación y ha desaparecido la idea de industrialización. És­tas son, me gus­taría volver al final de la exposición.
Pero esta idea se impuso, de alguna manera, en la cual des­pués venían las diferencias, si había espacio para un proyecto de liberación nacional con la alianza con la burguesía nacional, que era lo que planteábamos los que militábamos en el movi­miento peronista, y los que tenían muy poca esperanza de que hubiese posibilidades con la burguesía nacional, que son los otros com­pa­ñeros que estaban en la izquierda. Estoy hablando de toda la iz­quierda que era no Partido Comunista. Y la deno­mino así por­que el debate de los 60-70 está muy signado por un debate pe­ronismo-antiperonismo, y donde el protagonista fuerte del de­bate antipe­ronismo en el campo popular era el PC. Y lo digo así no porque hoy podamos decir quién tenía razón, por­que creo que a los pe­ronistas nos cabe la necesaria autocrítica de decir que el movi­miento peronista que estuvo en la década del 40-50 no era un de­chado de virtudes, que hubo enorme cantidad de elementos autori­tarios y que, bueno, que tuvo una cantidad de cosas importantes. Pero todas esas cosas que noso­tros no veía­mos y que muchos nos lo decían son las que des­pués terminaron imponiéndose, y que son la explicación del Menem que tenemos ahora. Es decir, el Menem que tenemos ahora, no nos olvide­mos, no creció en un repollo, creció en un movimiento peronista que indudablemente tenía enorme canti­dad de limitaciones. Y la dirigencia obrera, hoy trai­dora, que tenemos y, concretamente, la UOM, los demás sindica­tos, tam­poco crecieron en un repollo, también crecieron en un marco de condiciones que son las de las concepciones que termi­naron im­poniéndose, y que estaban como germen pero estaban en el movimiento peronista. Es de­cir, que estos aspectos creo que son así. Esto lo que me toca a mí. Creo que a los compañeros de la iz­quierda les toca un pro­fundo gorilismo, un profundo sentido anti­popular, y una pro­funda falta de respeto por la experiencia que es­taban viviendo nuestros pueblos. Porque las movilizacio­nes fue­ron objetivas, nadie se puede olvidar lo que significó el 17 de noviembre cuando viene Perón al país, de que masas de gente sa­lían a espe­rar a Perón bajo la lluvia, en las condiciones más im­posibles. Ni la dictadura militar jamás hubiese pensado el fervor popular que tuvo Perón. Y para qué decirles cuando murió. En fin, toda la historia de movilizaciones que significó el peronismo.
Yo quiero, finalmente, en el tema de la violencia, camino por el cual avanzamos todos... ah, antes que eso, hay otro tema que quedó saldado, que hoy me parece que también saldamos en esa etapa, es que América Latina es una especificidad. América La­tina, más allá de ser un país del Tercer Mundo, América Latina no es Asia y América Latina no es África. América Latina es un país que alcanzó la independencia na­cio­nal el siglo pasado. Y no­sotros, cuando juntábamos todo el Ter­cer Mundo, juntába­mos todo como si fuéramos todos los países del Tercer Mundo igual, y la realidad es que no visuali­zábamos el tema. Uno de los temas importantes que no visuali­zábamos es la fuerte tradición demo­crática de lucha por la de­mocracia, el voto y todas estas cosas que en América Latina ya tenían mu­cha historia. América Latina no era exactamente el mismo con­tinente que los demás y, en ese sen­tido, una creo de nuestras incomprensiones, desde esa perspectiva, es no haber visualizado estas características particu­lares del pro­pio conti­nente, y que de­berían haber sido desarro­llados más en profundi­dad. Por ejem­plo, el tema de la valoriza­ción, en este caso, de la demo­cracia. Pero también es cierto, y lo digo por la positiva, que en ese momento se entra a desarrollar la teoría de la depen­dencia. La teoría de la dependencia es una teoría de origen lati­no­ameri­cano. Y lo importante de la teoría de la dependencia es que dice sí, es cierto que el sistema capitalista es único, es cierto que hay una economía mundial, pero también es cierto que América Latina no es de palo en ese proceso, que no sola­mente hay una expansión imperialista de allá para acá, también hay entregado­res de acá, y también el proceso de arti­cu­lación del dominante y del dominado tiene especificidad his­tórica y hay que verla en sus di­ferentes características, y la forma que adopta depende de la his­toria de cada uno de esos países. Es decir, la teoría de la depen­dencia planteó la necesidad de estu­diar la especificidad de la do­minación que se daba en América Latina. En ese sentido fue un avance importante. A partir de ahí después vienen un conjunto de discusiones, unos con una posición, otros con otra posición.
Yo, para ir terminando, a mí me parece que hay cosas, yo creo que muchas cosas han quedado en el camino por lo bien y otras que nos quedan todavía por seguir debatiendo. Creo que una de las cosas que se va disolviendo en nuestro país es el de­bate pero­nismo-antiperonismo. Creo que lo que nos ayuda que se vaya re­solviendo es que, entre otras cosas, creo que el pero­nismo ha cumplido definitivamente el ciclo histórico, di­gamos, cumplió una tarea muy importante y hoy no creo, para mi gusto, que tenga más posibilidades de aportar más a la trans­formación de la reali­dad de nuestro país. Pero lo cierto es que hoy leemos y miramos para atrás con un poco más de generosi­dad, e inclu­sive hay mu­chas posiciones de muchos intelectuales de izquierda que los que venimos de un lado las estamos rele­yendo de ma­nera diferente. Y también creo que, como decía Gabriel, muchos militantes y pen­sadores que vinieron del mo­vimiento peronista como John Wi­lliam Cooke, como Arturo Jauretche, hoy están siendo leídos con un criterio diferente. Es decir, hay un criterio de mayor unidad y eso me parece una cosa importante.
Finalmente, me quiero referir un tema que sí creo que no termina de estar saldado en el debate, y a mí me parece un tema trascendente. Digo dos temas, primero el tema del mito del al­cance. Hoy nos dicen que la solución de nuestros problemas es alcanzar el desarrollo tecnológico, que si nosotros tenemos el co­nocimiento y el desarrollo tecnológico que tienen los países desa­rrollados, seguramente nuestros problemas se solucionarán. En­tonces, nuestra tarea principal vuelve a ser alcanzarlos. Y a mí me parece que cada vez que los queremos alcanzar, los al­canzamos menos y nos hundimos más. Quizás hay que pensar que no hay que alcanzarlos y que en el nuevo mundo que noso­tros queremos hacer hay muchísimas cosas, casi una gran parte de lo que hay en los países desarrollados, que no necesaria­mente tienen que estar, no todo lo de allá es necesario. Éste que me parece que es un tema trascendente para ahora. Y el se­gundo tema trascendente es la clase trabajadora, compañeros, no ha desaparecido. Hay una transformación muy grande entre los tra­bajadores en aquellos tiempos y los trabajadores de hoy, pero hoy también los trabaja­dores existen. La Carpa Docente es un ejemplo, la lucha de los periodistas por lo de Cabezas es un ejemplo, además de los cortes de calles, además del MTA y además de todas las luchas obreras, y además de todo lo que ha sido la Marcha Federal. O sea, esta­mos ante una situación nueva. Nuevos trabajadores y ante condi­ciones internacionales nuevas.
Creo que debemos volver a mirar las cosas del pasado por­que el pensamiento que hoy tenemos que construir tiene que ser una continuidad crítica de lo que hicimos antes. Creo que los objeti­vos, en líneas generales, no se han modificado. Nada más.

G. Cieza:
Quería decir que está presente José Luis Rumbau, un pe­rio­dista de la televisión cubana. Pido un aplauso para él y para una república de Cuba que está sufriendo atentados terroristas, que repudiamos en la primera charla y hoy queremos seguir re­pu­diando, sobre todo para que este compañero pueda llevar, de al­guna forma, la solidaridad que sentimos por el pueblo her­mano.
Voy a terminar las primeras exposiciones de los docentes pre­sentando a Luis Brunatti, un hombre que fue ministro de go­bierno, diputado nacional, y que renuncia al Partido Justicia­lista a partir del indulto. Creo que en un momento en que se bajan ban­deras, en que se bajan posiciones políticas pensando en los cargos, Luis Brunatti es un ejemplo de que más impor­tante que los car­gos, más importante que las pertenencias que puedan dar, que permitan hacer negocios políticos, está en de­fender deter­minadas ideas.

Luis Brunatti:
Bueno, en primer término un agradecimiento a los organi­za­dores de esta Cátedra por la invitación. Y voy a tratar de com­plementar, de algún modo, todo lo que se ha dicho, para dejar elementos que probablemente se puedan esclarecer más en el fu­turo debate. Y quiero partir en estos seminarios, yo no es el pri­mero que participo con respecto a la figura del Che, se hace mu­cho hincapié en la necesidad de no caer en los modismos en que el Che quede convertido en una camiseta, en una banderita de moda. Y si bien esto es así, no se puede negar que hoy el Che está de moda. El Che está de moda con todo lo positivo que esto tiene y con todo el compromiso que obliga a desarrollar. Porque una de las cosas que no hay que perder de vista que un modo más de convertirlo al Che en un póster es separarlo de la Revolución Cu­bana y separarlo de la figura de Fidel. Creo que el Che, la Revo­lución Cubana y Fidel Castro, que sigue pele­ando desde esa isla por los ideales de la humanidad, son una sola cosa que deben ser pensadas de ese modo y valorizada en ese sen­tido. No hacerlo así, tratar de ver en el Che una figura des­co­llante, al margen y por arriba del proceso que posibilita su ge­neración y desarrollo, es una forma de convertirlo en un pós­ter.
Para nosotros, los que venimos de origen peronista, la Revo­lución Cubana y la figura del Che tiene una importancia cen­tral. Yo me desarrollé en el movimiento cristiano y en aquella época comenzamos a ver en la Revolución Cubana un ejemplo que ha­bía que seguir, que de algún modo había que emular. Esto fue lo que nos llevó a pensar en aterrizarlo, de algún modo, en la reali­dad argentina, y uno lo aterrizaba idealizando los proce­sos. Fue así que idealizamos el peronismo, lo digo con todo lo meritorio y lo contradictorio que esto tiene, idealizamos el pe­ronismo porque pretendíamos aterrizar en esa realidad un pro­ceso de transforma­ciones que llevaría tiempo, que necesaria­mente lleva­ría lucha, pero que era necesario implementar, desa­rrollar en este suelo. Esa idealización del peronismo le dio una gran vitali­dad. Viéndolo en el tiempo creo que estuvo bien que esto fuera así. Fue importante, fue positivo que fuese así, te­niendo en cuenta, claro, las contra­dicciones de un movimiento como el movimiento peronista.
Ustedes comprendan que el peronismo se había formado de una manera muy distinta en Capital Federal, el conurbano, las provincias industrializadas, y el resto del país. En Capital Fede­ral, el conurbano, las provincias industrializadas, el peronismo se formó con una gran participación de la clase trabajadora, des­prendimientos de la izquierda, radicales que no transaban con la alvearización del radicalismo. Pero en el interior del país el pero­nismo se conforma con sectores conservadores que ad­hieren al nuevo movimiento. Es por eso que, a través del tiempo, y como correlato de la desindustrialización, aquellos sectores que habían permanecido agazapados dentro del mo­vimiento van cobrando importancia. Y hoy los apellidos que tienen que ver con el Par­tido Justicialista son apellidos conser­vadores, como los Saadi, los Ro­dríguez Saa, los Romero de Salta, y tantos otros peronis­tas y neo­peronistas. Sin olvidarme del presidente de la nación. Ellos, que formaban parte del con­tradictorio, complejo mosaico del pero­nismo, fueron disciplina­dos de tal modo por la realidad que se vivía, que bailaban al compás de lo que en esa época se daba. Para los más jóvenes, algunos datos pueden llegar a hacer enten­der hasta qué punto. No hay que olvidarse que, en aquellos años, dos terceras partes de la humanidad se encontraban en el socia­lismo o en camino hacia el socialismo. Se asumían dos ter­ceras partes de la hu­manidad de ese modo. Esto llevaba a que, por ejemplo, en un debate entre sindicalistas, Agustín Tosco, que fue bien recor­dado, discutiera por televisión con José Igna­cio Rucci. Sin pre­tender hacer una calificación de Rucci, sino describirlo, yo lo veo hoy como un Daer de estos tiempos. Y ambos discutían por televisión pero parados desde el socialismo. Para agudizar más, para reflejar más claramente qué eran esos tiempos, quiero re­cor­dar para los más viejos y comentar para los más jóvenes, que el actual presidente como gobernador de La Rioja en el año 73 de­clara a La Rioja primer estado socialista de la república Argen­tina. Esto da una idea de cómo era el clima y por qué es impor­tante analizar las cosas en ese contexto. Es el contexto el que permite tener una idea de cómo era el pulso so­cial, hacia dónde se movilizaba la sociedad, qué cosas la motiva­ban. Y esto es verda­deramente importante, porque van desarro­llando, sobre todo hacia el interior del peronismo y en el seno de la so­ciedad argentina, vinculaciones con lo que de alguna ma­nera el metamensaje de la Revolución Cubana.
Es decir, todos los debates que acá se reflejaron son ciertos a nivel teórico, y era lo que debatía la juventud en aquel mo­mento. Pero también es cierto que el pueblo vibraba al compás de una sentida transformación que se percibía que se iba a desa­rrollar. Por decirlo de alguna manera más simple: la revolución se olía, se percibía, las cosas iban a cambiar. Se tiraba un cargo de diputado al aire y caía al suelo, porque no se podía ser parte de la burocra­cia, ya que se iba a ser socio de las transformacio­nes de la socie­dad, ya que se iba a ser parte de un futuro revo­lucionario. Esto es sustancialmente distinto a lo que se vivió luego a través del tiempo. La revolución se percibía. Durante los largos períodos de dictadura que hubo en todos aquellos tiem­pos, los jóvenes perci­bíamos la posibilidad de desarrollar el idealismo natural de la ju­ventud hacia adentro de las organiza­ciones revolucionarias y la política en general. Y esto es una cosa muy importante, sobre todo hoy que la política está más consustanciada con el modelo económico y muy pocos, y la verdad que con un esfuerzo de vo­luntad terrible, ven hacia aden­tro de la política la posibilidad de desarrollar verdaderos ideales con respecto a la humanidad, a la sociedad.
Entonces, más aún, ustedes habrán escuchado hablar de la clase política, y esto para colmo de males no se lo menciona hoy en estos días, no se lo menciona de forma peyorativa, uste­des van a escuchar por radio y televisión hasta figuras progre­sistas hablar, desde la Alianza, desde aún partidos o sectores más de izquierda, de hablar de clase política. Ya no la política represen­tativa de cla­ses sociales, sino la política como clase en sí misma, que por lo tanto tiene cosas que defender, tiene meto­dologías, sistemas, que hacen a su propia subsistencia. En estos tiempos los partidos polí­ticos no ofrecen a la juventud la posi­bilidad de aterrizar la ideali­zación que nos ofreció a nosotros. Nosotros sentíamos en las ex­presiones revolucionarias, en el movimiento político de los más diversos sentidos, y aun deba­tiendo aspectos secundarios y a ve­ces muy importantes, la po­sibilidad de estar desarrollando, parti­cipando en la construcción de los ideales más sentidos. Esto es una enorme diferencia con lo que hoy se vive.
Yo creo que asistimos a un vaciamiento tremendo de la de­mo­cracia. Creo que el sistema representativo está en crisis. Está en crisis y no la veo como una crisis negativa. Afortunada­mente, para que el ser humano participe, y para que la juventud parti­cipe nuevamente en la acción política, va a haber que ofre­cerle prota­gonismo, ya no representatividad, ya va a haber que ofre­cerle po­sibilidades de participar en serio y no de trabajar para ser repre­sentados, y esto me parece una cosa positiva que se va a desarro­llar con el tiempo.
Lo cierto es que la Revolución Cubana jugó para la socie­dad argentina, y la figura del Che, un papel central. Para los pe­ro­nis­tas fue la posibilidad de reactivar todo el proceso que tenía que ver con el retorno de Perón, como dije, idealizando todo eso con sus pro y sus contras, y la posibilidad de aterrizar los idea­les en esta tierra. Por supuesto que el tiempo, la lucha que se dio, la ani­quilación que se produjo de la juventud, estuvo diri­gida a termi­nar con aquella semilla peligrosa para el imperia­lismo, peli­grosa para los intereses no sólo de nuestro país sino en el conti­nente. Por eso una vez más se puso en marcha una matanza, y por eso hoy el mérito que tenemos es haber perte­necido a una juventud que entregó lo más valioso que tiene la juventud, que es su sangre a la tierra en función del desarro­llo de su sociedad, en la genera­ción de ideales, de principios, la forma de buscar el desarrollo del ser humano, la promoción del ser humano. Una vez más el 76 vino cruelmente a desarmar las posibilidades que se habían gene­rado. Una vez más, digo, por­que como sabrán, en nuestro país las matanzas fueron muchas. Nuestro país, que por televisión aparece como pacífico, es un país de grandes matan­zas. Primero matamos a los indios. Des­pués borramos a los ne­gros. Un puerto de escla­vos, como es Buenos Aires, ustedes sa­ben, no tenemos negros porque nos en­cargamos de aniquilarlos. Después vino la matanza de los tra­bajadores en la Semana Trá­gica y los fusilamientos de la Pata­gonia, y que llegó hasta des­pués del 55. Y por último, la ma­tanza de los jóvenes, como para que quedara grabado a sangre y fuego que estas cosas no se ha­cen, que la posibilidad de aten­tar contra el sistema de intereses económicos y políticos esta­bleci­dos se paga caro. Para dejar grabado a fuego esto, no tanto por los errores, que sí los tuvi­mos, sino por los aciertos, es que so­brevino el Proceso y la tre­menda aniquilación.
Bueno, pero cómo aterrizar hoy todo el idealismo. Porque es­tas cosas que recordamos no tienen que ver con la nostalgia, como dice Menem, sino que tienen que ver con el mandato de la huma­nidad. Se trata de desarrollar una sociedad más justa, y en estos momentos percibimos, percatamos que las cosas no van en esa di­rección. Muy probablemente haya que desarrollar la forma, y para mí, creo que tiene que ver fundamentalmente con el prota­gonismo de la gente, con el protagonismo de la socie­dad, y dejar a un lado el sistema democrático representativo. Hoy al sistema democrático se lo condena por derecha. No son pocos los que piensan al final las dictaduras no eran tan malas. Es decir, por de­recha se cuestiona a esta falsa democracia. Yo creo que por iz­quierda, con la profundización de la democracia, con el protago­nismo de la sociedad, con dejar de elegir repre­sentantes y elegir protagonismo. ¿Ustedes se han puesto a pen­sar cómo la tecnolo­gía, que todo lo puede, no ha logrado que el ser humano se ex­prese en cuestiones políticas en forma directa? ¿Por qué, es que no se puede lograr esto?. Pero por supuesto que se puede. A ese tipo de transformaciones me refiero, una transformación más de fondo. No se trata, les decía yo a los compañeros en la época en que buscábamos desarrollar una al­ternativa política, no se trata de buscar diputados buenos. La Revolución Francesa no se hizo con marqueses buenos, se hizo con otra cosa. De este mismo modo, hoy la transformación de la sociedad hay que pensarla no en fun­ción de la moralización de la política sino el protagonismo de la sociedad, el protagonismo de la gente y la acción directa de la política. Creo que estamos grandes ya para eso. Hay que dejar de lado los paternalismos, que son útiles en una etapa de la vida del ser humano, pero que si se extienden demasiado en la vida del ser humano, de la so­ciedad, terminan castrándola. Esta sociedad ten­drá que encon­trar esos caminos.
El Che, después de tantos años de haber sido un desterrado, un desconocido, un ignorado, un ninguneado en su propia tie­rra, alcanza el reconocimiento más alto que se le puede brindar, que cientos o miles de jóvenes, a veces en los más distintos pun­tos del país, se escuchen hablar, se sienten, se reúnan a escuchar a hablar o a opinar sobre su figura. Esto habla de que los idea­les de la hu­manidad están vivos, están presentes en la juventud. La juventud, ustedes saben que es la garantía biológica de la evo­lución de la sociedad, hoy la juventud transgrede por donde puede, transgrede por donde es posible. Tampoco es construc­tivo ni útil transgredir tirando piedras o siendo funcionales al modelo, exponiéndose a invalidar los procesos de protagonismo popular. Hoy la juventud transgrede por donde puede, y una forma de transgresión pro­funda es la revalorización de una fi­gura como la de Guevara, la de que sea posible reunir tanta gente para hablar, para escuchar, para opinar sobre temas como éste.
Y para terminar, esta sociedad que, como decía, en la cual lo político ha sido lentamente vaciado de contenido hasta con­ver­tirlo en una cáscara hueca, con todas las formas pero sin nada de esencia, es como un huevo al que se lo ha vaciado, sí hay cáma­ras, sí funciona todo el sistema institucional, pero la gente no se siente participando, no se siente defendida, este sis­tema, que se encargan en promover el sentido humanitario, y está bien que lo hagan, hace pocos días murió la madre Teresa de Calcuta, y yo que vengo de origen cristiano y veía todas las honras que tuvo, pensaba en la hipocresía de este sistema que se encarga de exal­tar una figura que tiene que ver con la dádiva a los pobres; pero ha ignorado, repudiado sistemáticamente a los que han hecho trans­formaciones profundas que lograron que gran parte de la humani­dad viva en forma digna. Y como ejemplo de esto, como un sim­ple ejemplo de esto menciono a Guevara y a Fidel Castro y a la Revolución Cubana. Gracias.

G. Cieza:
Bueno, me están empezando a llegar algunas preguntas.
Voy a decir que: Exigimos justicia a siete años del asesi­nato de Andrés Núñez. Jornada cultural de protesta, radio abierta, grupos en vivo. El sábado 27 a las 15 horas en plaza Italia. In­vita la Coordinadora Sur.
Tengo algunas preguntas. A Jorge Cardelli: ¿Desde dónde se explica la formación antiimperialista del Che en la Argen­tina, puesto que ésta fue por fuera del peronismo?.

J. Cardelli:
En verdad no conozco cómo ha llegado a la formación an­tiimperialista el Che, pero he escuchado una exposición hecha por el Cacho Envar El Kadri que la recomiendo, está grabada en la Cátedra de Buenos Aires, donde entre otras cosas muestra cuán fuerte fue el impacto de las conquistas y de los logros del movi­miento peronista en el país mientras estaba en el gobierno. Hay una cantidad importante de hechos que muestran de que, en el caso del Che, muy lejos estaba de tener una posición con­traria al peronismo, y al contrario muestran de ser una persona que fue impresionada por los logros del peronismo en la etapa 45-55. Más detalles, lamentablemente, no conozco. Pero la se­gunda cuestión, y esto sí lo digo, ya que me parece realmente una po­sición bas­tante simplista pretender explicar las ideas de una per­sona sola­mente por el contexto global que existía en el país.

G. Cieza:
Tengo otra pregunta que habla de la relación de Guevara con Masetti. ¿Se propuso Guevara acompañar esta expe­riencia guerrillera?. Creo que es para Gaggero.

M. Gaggero:
Bueno, la impresión general es que efectivamente Guevara se proponía acompañar la experiencia de Masetti, con el cual habría establecido una relación muy fuerte durante el período anterior al triunfo de la Revolución Cubana. Los más viejos re­cordaremos que, antes del triunfo, antes de 1959, algunas ra­dios argentinas, me acuerdo de radio El Mundo, pasó un largo repor­taje que hizo Masetti en Sierra Maestra a los guerrilleros que es­taban en ese momento combatiendo a la dictadura de Ba­tista. Y en ese repor­taje había una larguísima intervención del Che. Año 57, 58 más bien. A partir de ahí Masetti se relaciona con los re­volucionarios cubanos, vuelve a Cuba luego del triunfo y es el fundador, junto a otros periodistas argentinos como Walsh, Paco Urondo, Ver­bitsky, fundan la agencia Prensa Latina, que aún hoy es la agen­cia cubana de noticias.
La impresión y la certeza que tenemos de que Cuba y el Che apoyaban firmemente la experiencia de Masetti se basa en dos elementos. Una, sin duda, el hecho de que Masetti se auto­deno­mina Comandante Segundo. Algunos dicen que se llama Co­man­dante Segundo porque tenía una gran simpatía literaria por Ri­cardo Güiraldes. Pero los más dicen que era Comandante Se­gundo porque reconocía como Comandante Primero a Er­nesto Che Guevara. Y la otra es la presencia en la guerrilla de Masetti, en la guerrilla del EGP, de tres compañeros cubanos, que com­ba­tieron junto a la guerrilla de Masetti, que estuvieron presen­tes, y que eran de la columna de Guevara, de la columna que había to­mado Santa Clara, y eran uno de los compañeros gue­varistas de la corriente guevarista del movimiento cubano de esos años. O sea que, efectivamente, la relación era muy fuerte. Y sin duda Masetti contó con el respaldo de la Revolu­ción Cu­bana, y contó o pensó en la posibilidad de que si esta guerrilla se instalaba efecti­vamente en Salta pudiera convertirse en el esce­nario de la lucha del Che.

G. Cieza:
Yo quería completar un poquito esa pregunta, con respecto al Comandante Segundo. Hace muy poco se publicó en Mon­te­video una entrevista a un funcionario cubano, que es más co­no­cido como Barbarroja. No recuerdo el apellido, ¿cuál es?

M. Gaggero:
Piñeiro.

G. Cieza:
Piñeiro. Que era jefe del departamento de América, que en ese momento manejaba toda la cuestión de la solidaridad con Amé­rica Latina. Y los fierros, acota Gaggero, en este caso. Este Bar­barroja comenta, y creo que esa es una primicia, que en rea­lidad, confirma que en realidad esto del Comandante Se­gundo era por­que el Comandante Primero era Guevara. Y que, en rea­lidad, el plan, que eso lo habían discutido con Masetti, él y Gue­vara, era que Masetti estableciera una base operacional, y a par­tir de que se dieran determinadas condiciones el Che iba a parti­cipar en esa experiencia. Que además esto tenía que ver con una posición que tenía Fidel desde hacía bastante tiempo de no ex­poner a sus jefes militares en la primera etapa de la gue­rrilla, es decir, a los jefes más importantes. Lamentablemente, la expe­riencia de Masetti fracasó, entonces es por eso que el Che no viene a la Argentina y sí lo hace a partir, sigue con esa idea, porque además Guevara siempre tenía esa idea de volver a la Argentina, a partir de la ex­periencia boliviana, que también era una experiencia que se ini­ciaba en Bolivia pero, realmente, a partir de eso la idea del Che era armar una columna para ba­jar a la Argentina. Eso era lo que quería completar.
Tengo otra pregunta. Dice: Más allá del reconocimiento a las expresiones locales de la lucha revolucionaria, ¿cuál era la opinión del Che en referencia al movimiento peronista y la ter­cera posición en general y respecto de su líder en particu­lar?. A Gaggero o Fernández.

G. Fernández:
Como decía Jorge recién, vale tomar en cuenta la corres­pon­dencia personal del Che para enterarse de eso. Está prácti­ca­mente a disposición de todos, hay varios libros que las repro­du­cen. Uno de ellos es el de Norberto Galasso, donde en la co­rrespondencia personal del Che Guevara aparecen opiniones muy nítidas, por ejemplo, sobre el golpe del 55. Entre otras co­sas, Guevara dice: la Argentina era una mancha diferente en un continente dominado por los norteamericanos, y quisieron aca­bar con esa mancha por­que fue ofensiva para ellos. La visión que tenía de Perón era bas­tante mala, aparentemente era bas­tante crítica, creo que por razo­nes que seguramente van a que­dar muy claras. Pero con respecto a la tercera posición, la defi­nición socialista revolucionaria creo que era absolutamente clara. El tema era que, aparentemente, si­guiendo la trayectoria, la obra y la vida del Che Guevara, uno ob­serva el asenta­miento de sus posiciones sobre el interés popular latinoameri­cano re­sul­taba determinante. Esto implica que, más allá de la adscrip­ción socialista, él intentaba la construcción de un socia­lismo efecti­vamente referenciado sobre esas clases popula­res, al cual si le convenía circunstancialmente el alineamiento con la Unión So­viética, estaba de acuerdo con hacerlo, y si le conve­nía tomar en cuenta el alineamiento con China, estaba dispuesto a ha­cerlo, y si le convenía el alineamiento con el movimiento de países no alineados, estaba dispuesto a hacerlo. Este tipo de te­situra, ba­sada en preceptos revolucionarios pero básicamente refe­ren­ciado en el interés popular revolucionario latinoameri­cano, está planteado en la OLAS, está planteado en la iniciativa de Tri­con­tinental.
Y con respecto a la dualidad que se pueda abrir acerca de la formación del Che, yo reitero lo que señalaba antes, y esto cada uno lo puede percibir en sí mismo. Rastrear la influencia ideo­ló­gica de alguien según necesariamente los textos que ha leído no siempre nos brinda una pauta clara del conjunto de los sabe­res que lo han ido aprovisionando. Se sabe que el Che Guevara to­maba muy en cuenta los textos de Lukács, y que tenía pre­visto leer a Gramsci, es probable que lo haya leído. Lo que es seguro que, por ejemplo, Cooke coincidía con esas lecturas, lo cual nos brinda un dato sobre su formación. Y obviamente tenía un gran conocimiento de los clásicos del marxismo. Pero no era un estu­dioso estricto, en un sentido académico de eso, y todas las lectu­ras las combinaba con literatura, las combinaba con la mejor lite­ra­tura que podía encontrar. Es famosa, y es tal vez emblemática, una foto de Korda del Che leyendo a Goethe en la sierra, ¿no?. Creo que ahí nos permite trazar un cuadro de quién era el Che Guevara. Si nosotros pretendemos encasillarlo vamos a tener un Che que está un poquito desvirtuado con res­pecto a la influencia global que él tenía. Un tipo ayer, un com­pañero en la Cátedra en Buenos Aires señalaba esto, la inteli­gencia del Che, es decir, el Che no era un hombre romántico en un sentido irracional, la ra­cionalidad del Che puede conside­rarse una racionalidad bastante avanzada con respecto a su tiempo, era bastante comprensivo con respecto a que los textos que él leía estaban permanente­mente acompañados por elemen­tos vivenciales, y sin esos ele­mentos vi­venciales no hubieran sido las mismas las conclusiones que él hubiera sacado de esos textos.
En ese sentido, también se diferencia del modo de estudio de lo que yo señalaba como iglesias. Yo sé que a lo largo de mu­chas exposiciones y de muchas charlas suena lindo, y ustedes lo han escuchado, posicionarse desde la ciencia. Entonces alguien se po­siciona por encima de todos los demás pensamientos y dice lo mío es científico. Y si bien vamos a coincidir en que hay diagnósticos globales de la sociedad que se pueden comprobar a nivel estadís­tico, nos vamos a encontrar con que, curiosamente, es muy poco dialéctica la observación, porque se intenta ama­rrar el pensa­miento político popular y la construcción de una política popular a elementos cerrados. Si algo es científico en un sentido político de construcción, se está planteando como inmóvil, y au­tomática­mente se sube a un pedestal que descarta el resto de los saberes que se van construyendo en la práctica misma y que han demos­trado, en muchos proceso revoluciona­rios, entre otros el cubano, por qué no en el Movimiento 26 de Julio, por ejemplo, que tienen tanto valor como otros saberes relacionados más con el aprendi­zaje directo a través de los tex­tos, etc. En este sentido, el Che también es un ejemplo a seguir, y tomarlo unilateralmente creo que puede ser empobrecerlo.

G. Cieza:
Una pregunta para Luis Brunatti: ¿Cómo lograr lo que él llama profundizar la democracia y la acción directa de los po­lí­ticos?.

L. Brunatti:
Bueno, la idea de profundizar la democracia tiene que ver con una apuesta a la vida, a la evolución de la sociedad. No se puede pensar que el esquema en el que estamos funcionando sea, verda­deramente, como se dijo, el fin de la historia, y que de este modo concluyen las posibilidades del ser humano de parti­cipar en forma épica por la transformación de la sociedad.
Hoy en la política no hay poder. Y no lo dice alguien que ha pasado marginalmente por la política. Yo he tenido espacios de protagonismo político de cierta envergadura, y les puedo asegu­rar que en la política no hay poder o, mejor dicho, hay poder para ir en una dirección, y todo lo otro va a confrontar con las posibili­dades de acción. Dónde está el poder hoy. Hoy el poder está en los medios de comunicación, el sistema de comunica­ción, y lo económico. Pero el sistema de comunicación es parte de lo eco­nómico. No se puede aceptar que la humanidad, de aquí en ade­lante, va a ser espectadora. Del mismo modo en que la tecnología llega con su mensaje a todas partes, es posible pen­sar en la im­plementación de la tecnología al servicio del pueblo. Llevaría mucho tiempo desarrollar esta idea más en profundi­dad. De todos modos, próximamente va a aparecer un trabajo que refleja todo este debate, y creo que aquí conviene terminarlo en este punto porque esta es una Cátedra vinculada al Che Gue­vara, y yo co­menté esto porque me parece que, desde la iz­quierda, tiene que haber una alternativa al discurso que se le­vanta hoy valorizando los gobiernos fuertes y las dic­taduras.

G. Cieza:
Para Cardelli, dice si puede explayarse sobre el tema del go­rilismo en la izquierda.

J. Cardelli:
Sí, por ahí a veces uno con la forma simplifica un poco. Pero hay frases históricas como, por ejemplo, que el movi­miento pe­ronista era un movimiento fascista, por ejemplo; o la actitud que se tuvo con respecto al golpe del 55; o por ejemplo, el creer que las luchas obreras o las luchas populares habían empezado en los 60 y la Resistencia Peronista no había sido una lucha de los tra­ba­jadores y una lucha del pueblo; el descono­cimiento de la im­por­tante cantidad de dirigentes peronistas que eran dirigentes com­bativos; la experiencia de la CGT de los Ar­gentinos. Y que, en todo caso, se les valoraba su combatividad, y se les decía que su peronismo era una especie de malforma­ción que le quedaba en la cabeza. En fin, hay una cantidad de acti­tudes que eran de no re­conocimiento al papel protagónico que habían tenido los trabaja­dores durante la etapa peronista, que es lo que no se puede dejar de reconocer, y también la can­tidad enorme de teo­rías que se ela­boraron de por qué los traba­jadores y el pueblo adherían a Perón. Yo creo que eso está pla­gado de teorías de lo más exóticas, pero que en la realidad ter­minaban no explicando nada, o que a la hora de las elecciones termina­ban dando para cualquier dirección. Yo creo que, y uno de los temas centrales, vuelvo, fue uno de los de­bates más fuer­tes, fue el tema de los debates alrededor de la se­gunda guerra mundial, que fueron re­almente debates bastante poco acertados en mu­chas cuestiones. E inclusive yo quiero seña­lar, inclusive había posiciones tan pero tan cerradas que, inclu­sive, la propia valori­zación de la lucha re­volucionaria de muchos compañeros pe­ronistas tampoco fue comprendida.
Creo que las posiciones fueron tan cerradas que, inclusive, toda la práctica revolucionaria del Che no fue comprendida por vastos sectores de la izquierda. Hoy el Che es una figura que nos unifica a todos, pero debemos decir que en la década del 60 el Che no era una figura que nos unificaba a todos. Todos aque­llos que planteábamos la lucha revolucionaria y que plan­teába­mos que el único camino posible era el camino de la vio­lencia, encon­trábamos en el Che una bandera guía, es decir, la bandera guía como parte del hombre nuevo y la bandera guía por la me­todolo­gía de lucha. Pero también es cierto de que, en ese sen­tido, tam­bién en lo que es la izquierda se partía.
Yo creo que hoy, eso tengo la impresión, que las cosas están bastante más aclaradas, y por el hecho de que el tema del so­cia­lismo y el tema de la transformación es un problema que ex­cede al país, que implica la participación latinoamericana, que implica una lucha internacional, que implica una lucha contra el capita­lismo y que implica, por sobre todas las cosas, el reco­noci­miento de la especificidad de cada uno los países, de cada uno de los continentes, y de las propias historias. Creo que esto es algo que hemos ganado en todo este camino, por eso lo hago, esta crítica, en todo caso, la hago fraternalmente y asumiendo también auto­críticamente no haber sido bastante crítico con mu­chas cuestiones profundamente negativas y autoritarias que tenía el movimiento peronista.

G. Cieza:
Acá Manuel me pide para completar la respuesta.

M. Gaggero:
No, sin entrar en polemizar esta cuestión porque creo que está bien contestada por Cardelli, yo creo que hay dos momen­tos en esta cuestión de la interpretación del peronismo en la iz­quierda. Diría que hay un momento hasta los 60, hasta el 60 concreta­mente, y a partir del 60 se da toda una revisión. Yo re­cuerdo, por ejemplo, yo militaba en el peronismo en esos años, y recuerdo que desde la revista Situación el Partido Socialista, por ejemplo, em­pieza a revisar su posición en el 55. Que a su vez se constituye el CNRR años más tarde, el Comité Nacional de Re­cuperación Re­volucionaria del Partido Comunista, que después fue el PCR, que también revisa la posición que había tenido el PC en la Unión Democrática del 45. En el año 60, también. Y que además, en general, toda la nueva izquierda, nucleada de al­guna forma en el MAR, Movimiento de Acción Revolucionaria, que reconocía como dos de sus dirigentes más importantes a García Elorrio, un militante cristiano que publi­caba Cristianismo y Revolución, mencionada acá, y además a Luis Cerruti Costa, un compañero que venía del peronismo, el MAR estaba consti­tuido por sectores socialistas, marxistas, apoya firmemente la CGT de los Argenti­nos, y Cerruti se con­vierte en el que enca­beza el cuerpo de aseso­res letrados de la CGT de los Argenti­nos. O sea, en general creo que esa posición que señalaba Jorge es revisada en toda esta etapa.
Después reaparecen algunas posiciones no muy claras, que fueron objeto, después, de posteriores autocríticas, a partir del 73 y del tercer gobierno de Perón en la Argentina. Ahí apare­cen, sí, algunos esbozos de posiciones no muy correctas y no respe­tuo­sas de la experiencia que estaban haciendo las masas popula­res. Pero en ese aspecto quiero rescatar también, desde la iz­quierda, la pos­tura que adopta Agustín Tosco, que se niega a participar en un proyecto de hacer, conformar una fórmula elec­toral para confron­tar con Perón-Perón, que era, o sea, Juan Domingo Pe­rón e Isabel Martínez de Perón. Se niega a confor­mar una fuerza, una fórmula electoral para confrontar con Pe­rón-Perón, planteando que había que respetar la experiencia po­pular y ha­bía que respetar los 18 años, y que evidentemente las masas populares querían a Perón en el gobierno. Eso es lo que quería señalar sobre este aspecto.
Sobre el otro tema que quería aportar algún dato más es so­bre el tema de la relación de Perón con el Che, o del Che con Perón. Al principio, cuando Perón se relaciona con Cooke, ha­bía en el Che una actitud de bastante desconfianza de las posi­ciones de Pe­rón, o cierta desconfianza o relativa desconfianza, más allá de su reconocimiento del papel del peronismo en la Ar­gentina. Pero esa posición empieza a ser revisada. Y la di­rección cubana aprueba, digamos, Fidel y el Che, aprueban un viaje que realiza hacia fina­les del año 62 John William Cooke a Madrid, a los efectos de ofrecerle a Perón la posibilidad de residir en La Habana, además de la posibilidad de dirigir desde ahí al movi­miento peronista, y a ofrecerle, además, como aporte solidario de la Revolución Cu­bana al movimiento peronista, la posibilidad de que Perón se hi­ciera cargo, digamos, o designara una persona que se hiciera cargo de la comercialización del ta­baco cubano en Europa. O sea, eso habla de una relación muy diferente a la que se plantean hacia finales de la década del 50 entre Perón y el Che. O sea, había un reconocimiento de la Re­volución Cubana, de la dirigencia cu­bana, del papel que jugaba Perón en esos años y del papel del pe­ronismo en un proyecto revo­lucionario en la Argentina.

G. Cieza:
Gabriel quería decir algo.

G. Fernández:
Muy breve, algo que algunos puede parecerles obvio sobre esto, pero que me parece importante remarcar sobre el tema de la persistencia en el imaginario colectivo o la persistencia de una identidad. Lo señalo aunque algunos lo sepan. Recorriendo dis­tin­tos países de América Latina o distintos países del Tercer Mundo, creo que se logra una dimensión más o menos cabal de lo que en­carnó el proceso de industrialización que va del 35 al 52, forjado por la redistribución de ingresos del 46 al 52. En ge­neral, al pe­ronismo se lo incluye, creo que legítimamente, dentro de los mo­vimientos de liberación nacional del Tercer Mundo, con todas sus falencias. Eso es cierto. Pero tuvo una impronta muy particular, que es la distribución del Producto Bruto In­terno a nivel de 50 y 50, cosa que no se ve ni en el var­guismo brasileño, ni en el MNR boliviano, ni en el velazquismo peruano. Es decir, es un movi­miento populista tradicional, pero guarda, tiene muchas razones (...) popular como para estar enancado, como para estar muy adentro. Digo porque a veces nos rompe­mos la cabeza acerca de cómo puede ser, ¿no es cierto?, la con­tinuidad histórica. Para darles una idea, cuando se pro­duce el golpe del 76 la distribución del PBI instaurada entre el 46 y el 52 no había podido ser desarti­culada ni por el golpe del 55, ni por el del 66, y tuvo que ser de­sarticulada con la política de Martínez de Hoz y la violencia. Y habíamos lle­gado a un por­centaje de distribución que, obvia­mente, era in­justo, debido a las limitaciones de ese movimiento, que obvia­mente mantenía la explotación porque estaba dentro de este sis­tema -hago la acla­ración porque por ahí alguien piensa que es­toy defendiendo este sistema, nada más lejos de eso-, pero era equivalente a otros países de estado de bienestar de este tipo de sistema eco­nómico, tales como Suecia, por ejemplo. Hoy lo vi­vi­mos, bueno, después de la destrucción neoliberal en la Ar­gentina, como una especie de rareza o como una especie de an­tigualla, pero esto sucedió en la Argentina. El nivel de indus­trialización a nivel medio era equivalente al de Brasil, o al de México, al de Canadá o al de Australia. En modo alguno desa­rrollado el cir­cuito; y el nivel de distribución era muy superior a esos países. Y esto es intere­sante para ver por qué ese período tan breve de tiempo, que ni siquiera son los 10 años completos, porque a tra­vés del con­greso de la productividad del 52 em­pieza a decaer la distribu­ción en la Argentina, por qué ese pe­ríodo tan breve de tiempo es un misterio insondable del uni­verso que dura hasta el presente. Hay razones materiales para que dure dentro del co­ra­zón de muchos sectores que tuvieron, como dijo John Wi­lliam Cooke, la única primavera del prole­tariado argentino. Todos sa­bemos que una golondrina no hace verano, pero todo el mundo se acuerda de una buena primavera.

G. Cieza:
Bueno, si no hay más preguntas ni aportes, damos por ter­mi­nada esta cuarta clase de la Cátedra Ernesto Che Guevara.


Bibliografía
Teoría y lucha contra el imperialismo

1- Ernesto Che Guevara. Obras esco­gidas. 1957-1967. Tomo II. Ediciones Políti­cas. Editorial de Ciencias Sociales, La Ha­bana, 1991. "Táctica y estrategia de la Revolu­ción Latinoamericana" (pp. 493-506).
2- Paco Ignacio Taibo II. Ernesto Che Gue­vara, también conocido como el Che. Pla­neta. Joaquín Mortiz. 1996. Cap. 35: "El re­descubrimiento de África" (pp. 510-517).
3- Ernesto Che Guevara. Obras esco­gidas. 1957-1967. Tomo II. Ediciones Políti­cas. Editorial de Ciencias Sociales, La Ha­bana, 1991. "En la XIX Asamblea General de las Naciones Unidas: dis­curso y con­trarré­plica" (pp. 541-571). "Mensaje a los pue­blos del mundo a través de la Tri­conti­nental" (pp. 584-598).
4- C. Wright Mill. Escucha, yanqui. La Revo­lución en Cuba. Fondo de Cultura Eco­nómica. México-Buenos Aires. VIII. "¿Qué significa “yanqui”?" (pp. 168-186).
5- Jean-Paul Sartre. Prefacio, en: Frantz Fa­non. Los condenados de la tie­rra. (pp. 7-29). Fondo de Cultura Eco­nómica. México-Buenos Aires.
6- José Gabriel Vazeilles. "Economía e ideología en la crisis de fin de siglo". Seminario "Marxismo y capitalismo hoy: Mo­dernidad y crisis". Montevideo, mayo de 1996.
7- Juan José Hernández Arregui. Na­cionalismo y liberación. Metrópolis y co­lo­nias en la era del imperialismo. Co­rregidor. "Los organis­mos internaciona­les finan­cieros" (pp. 262-279).
8- Gabriel Fernández. "Década del 60: Juan José Hernández Arregui. El com­bate con­tra el coloniaje cultural". En pe­riódico Ma­dres de Plaza de Mayo. Noviem­bre de 1990. (pp. 15-18).
9- Texto completo del reportaje que la re­vista argentina Che le efectuara en La Ha­bana a John William Cooke en setiem­bre de 1961. "Hoy somos un apéndice del im­peria­lismo". En periódico Madres de Plaza de Mayo. Octubre de 1990. (pp. 17-18).
10- Fernando Martínez Heredia. "El mensaje 30 años después". (A propósito del "Mensaje a los pueblos del mundo a tra­vés de la Tricontinental", del Che Gue­vara). En Tricontinental, año 31, abril de 1997.
11- Fernando Martínez Heredia. "Balance y recreación del socialismo". En América Li­bre, Nº 10, enero de 1997.

Los cuadernillos de las desgrabaciones y de los textos que se indican en la bibliografía están disponibles para consulta en la Biblioteca Popular Héctor Germán Oesterheld.
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