3

Cátedra Ernesto Che Guevara - Universidad Nacional de La Plata.
Sábado 13 de septiembre de 1997. 18 hs. Hall de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (48 e/6 y 7).
TEORÍA Y LUCHA CONTRA EL IMPERIALISMO.
Luis Bilbao, Claudia Korol.



Guillermo Cieza:
Buenas tardes. Vamos a iniciar la tercera clase de esta Cá­te­dra libre Ernesto Che Guevara. El tema de hoy es "Teoría y lu­cha contra el imperialismo". Será desarrollado por los docen­tes Claudia Korol y Luis Bilbao. Este tema lo vamos a conti­nuar en la próxima clase con los docentes Manuel Gaggero, Luis Bru­natti y Jorge Cardelli.
Quería decirles que en estos días de septiembre conmemo­ra­mos dos fechas trágicas. El 11 de septiembre de 1973, cuando se produjo el golpe que derrocó al gobierno popular de Salva­dor Allende, poniendo en marcha una de las dictaduras más fe­roces de América Latina, y también uno de los primeros expe­rimentos neo­liberales en el mundo. Conmemoramos, también, otra fecha trá­gica, en particular para nuestra ciudad. El 16 de septiembre de 1976 fue secuestrado un grupo de estudiantes se­cundarios. Esta fecha es conocida, tristemente conocida, como la "Noche de los Lápices". El día martes, a los 21 años, se rea­lizará una marcha organizada por los estudiantes secundarios, a la que ad­herimos desde esta Cátedra.
Ahora sí entramos en tema. El tema es "Teoría y lucha con­tra el imperialismo", y voy a presentar a Luis Bilbao, director de la revista Crítica y el semanario El Espejo.


Luis Bilbao:
Buenas tardes. Quisiera comenzar esta exposición diciéndo­les con toda franqueza que traía una idea de exposición y que la voy a cambiar completamente, viendo el tipo de concurrencia. Estoy sorprendido y con una profunda alegría por ver tantos jó­venes en esta Cátedra. Que las ideas de Ernesto Guevara atrai­gan hoy a tantos jóvenes es uno más de los muchos signos indi­cativos de que algo muy profundo que estaba, estuvo todo el tiempo, pero que no se veía, que no se sentía, empieza a apare­cer en la super­ficie. Nosotros lanzamos la revista Crítica de nuestro tiempo precisamente un 8 de octubre, para que no que­dasen dudas de cuál era nuestro compromiso con el pasado, pero en un momento muy difícil. Era el 8 de octubre de 1991. Se acababa de caer la Unión Soviética. Se nos decía desde todos los ángulos que había sido derrotado el socialismo, que el capi­talismo había vencido para siempre, que las ideas del mar­xismo, que las ideas de la lu­cha anticapitalista no tenían más vigencia y, naturalmente, junto con todo eso que no existiría nunca más, también pasaba al olvido definitivo la figura del Che. A la vuelta de seis años el mundo ha cambiado tanto, en un sentido que no previeron ninguno de los que nos anunciaban el fin de las ideo­logías, la victoria del capita­lismo, la inviabili­dad del socialismo. Y una prueba más de ese cambio inmenso son ustedes aquí. Por eso voy a tratar, pensando que tal vez, y seguramente equivo­cándome porque a lo mejor sa­ben más que las personas de ma­yor edad, pero ante la suposición de que los jóvenes tal vez haya algunas cosas que no han tenido oportuni­dad de conocer y de debatir, voy a hacer un leve cambio en lo que tenía pensado como exposición.
Ante todo, compañeras y compañeros, quiero decirles que esta reivindicación masiva del Che que está haciéndose en to­dos lados y que tiene una significación seguramente trascenden­tal, segura­mente trascendental, no puede dar lugar, no debe dar lu­gar, no debemos permitir que dé lugar a una pugna por la apro­piación del Che. Nosotros, los que no creemos en la pro­piedad privada de los medios de producción, no deberíamos tampoco creer en la propie­dad privada de este medio fantástico de pro­ducción de futuro que es el cuerpo teórico, político y práctico legado por Ernesto Gue­vara. Nosotros, por lo tanto, no vamos a tratar de decir que el Che decía lo que nosotros hace­mos. Yo represento una corriente de pensamiento y una organi­zación po­lítica. Nosotros vamos a ex­plicarle cómo vemos basa­dos en la enseñanza del Che, que a su vez era un exponente, uno de los máximos exponentes contados con los dedos de una mano en el siglo, del pensamiento científico del socialismo, del marxismo, del materialismo dialéctico.
Cuando el Che libró su último combate recién comenzaba la larga crisis de la economía mundial capitalista que hoy está en su apogeo. Claro que 30 años pueden parecer demasiado, y a mu­chas personas que han oído repetir a lo largo de todos estos tiem­pos que el capitalismo estaba en crisis, y al mismo tiempo prota­gonizar acontecimietnos como la caída de la Unión Sovié­tica y el fortalecimiento extraordinario del imperialismo en el cuadro polí­tico mundial, esta idea de la crisis puede resultarles ridícula. Pero es que los tiempos de la historia no son los mis­mos que los tiem­pos de los individuos. Y si para un hombre, como algunos de los que estamos aquí, estos 30 años de victo­rias y de muchas derro­tas, de lucha constante, pueden significar prácticamente toda la vida, para el desarrollo de una sociedad, para el desarrollo de una idea hacia el futuro, de libertad ge­nuina, de fraternidad real, es muy poco tiempo, es muy poco tiempo. Y hace 30 años, hace muy poco tiempo, cuando caía el Che, cuando recién comenzaba a manifestarse una crisis estruc­tural que hoy está en su punto de apogeo y que va a agravarse día a día, inexorable e inevitable­mente en todo el mundo, digo, hace 30 años esa crisis no se mani­festaba en los centros del im­perialismo. En los centros metropoli­tanos del gran capital se manifestaba en el plano de la teoría, la podían ver quienes mi­ra­ban a la realidad como debe mirarse, es decir, desde la totali­dad del planeta y desde circunstancias que no aparecen a la vista. Pero como quiera que sea, era sólo el co­mienzo de la cri­sis, y los centros metropolitanos gozaban de un enorme poderío, por­que fundamentalmente gozaban de una enorme estabilidad y de un altísimo estándar de vida en sus pro­pios países. Esa es­tabili­dad política, institucional, y ese altísimo nivel de vida era el re­sultado, como siempre lo fue, de la expolia­ción brutal, fe­roz, despiadada de los países subdesarrollados, de los países semico­loniales, de los países dependientes, como el nuestro. Pero como quiera que sea, esa expoliación, ese drenaje espan­toso de rique­zas desde los países semicoloniales hacia las me­trópolis imperia­listas les permitía a aquellos países tener un al­tísimo estándar de vida, tener comprada la conciencia y la con­ducta política de sus clases obreras, y a partir de allí aparecer ante el mundo con una enorme solidez denominada democracia. Fal­samente denomi­nada democracia.
Transcurrido este ciclo, y aunque en estos años nosotros po­damos contabilizar innumerables derrotas, se ha ido manifes­tando de manera sistemática la progresión de aquella crisis, una crisis que la teoría marxista de la economía y de la sociedad ca­pitalistas habían previsto con absoluta precisión, y que el Che como mar­xista había descubierto con absoluta agudeza, contra lo que se de­cía en aquella época. La derrota del Che por eso no puede ser en­tendida como lo que realmente fue, hoy día, por aquellos que se preguntan cómo es posible que el pensamiento del Che mueva a decenas y centenas de miles de personas, la mayoría de ellos jó­venes, en todo el mundo. Bueno, porque sencillamente aquella ba­talla que muchos dieron por concluida en realidad apenas ha co­menzado, apenas ha comenzado.
Treinta años después, el imperialismo consiguió lanzar una contraofensiva a la que nosotros denominamos global y estra­té­gica, a la mitad de este ciclo de 30 años, de tres décadas, y esa contraofensiva fue efectivamente exitosa en todos los terre­nos, en el terreno económico, en el terreno militar, en el terreno reli­gioso, en el terreno cultural, desde luego en el terreno polí­tico, pero también en el terreno ideológico. Nos convencieron a mu­chos de que no había más crisis del capitalismo y de que el capi­talismo es inconmovible, que lo único que se puede hacer con el capitalismo es tratar de humanizarlo un poquito. Son in­contables los intelec­tuales y los políticos que se quebraron ante esta fuerza ideológica arrolladora durante mucho tiempo, y hoy es absolu­tamente evi­dente la falsedad de esta noción. Absolu­tamente evi­dente es hoy que el capitalismo, tal como lo predice el estudio científico de sus leyes, de su movimiento normal, de su funcio­namiento normal, atraviesa una profundísima crisis, después de haber vencido en su gran contraofensiva, después de habernos derrotado no sólamente en Bolivia, también en Gra­nada, tam­bién en Nicaragua, también en Argentina, también en Chile, en Uruguay y para qué repetir lugar por lugar. Después de haber­nos derrotado, ¿qué tienen en el mundo?, ¿qué hay en el mundo hoy?. No quiero abrumarlos con cifras, pero todos sa­ben, hace muy poco tiempo se hizo una reu­nión de jefes de es­tado, a la cual muy pocos jefes de estado asu­mieron porque no tuvieron el coraje de hacerlo, y uno de los muy pocos fue Fidel Castro. Se llamó Cumbre contra el hambre en Roma, y ahí los estudiosos de las Naciones Unidas respecto de cuánto hambre hay en el mundo dictaminaron que hay mil millo­nes de perso­nas en el pla­neta que viven permanentemente con hambre. En el planeta vi­ven alrededor de cinco mil quinientos millones de personas, es decir que prácticamente una de cada cinco perso­nas en la hu­manidad viven en hambre permanente. ¿Qué clase de sistema es aquel que no puede, no ya darle las grandes con­quistas a las que ha arribado el ser humano hoy, a la población del planeta, no ya permitirle el acceso a la ciencia, el confort, al arte, a la libertad, no, no, esas ya son cosas excesivas para pe­dir, no les puede dar comida? ¿Qué clase de fortaleza tiene ese sistema que a uno de cada cinco seres humanos en el planeta no le puede dar comida?. Y después de una semana de sesión en Roma y de discutir pro­fundamente los planes para acabar con el hambre en el mundo ¿saben a qué conclusión se llegó?. Que en el 2020 se podrá re­ducir la cifra de mil millones a 800 millones de hambrientos. Fí­jense qué victoria, en 25 años vamos a poder re­ducir la cifra de mil millones a 800 millones, y es muy difícil pen­sar, hacerse la imagen en la cabeza de cuánto es mil millo­nes de personas. ¿Qué clase de fortaleza tiene un sistema que está expo­liando hasta ni­veles inconcebibles a los regímenes a los que do­mina, a los paí­ses a los que subordina económica y política­mente?.
No hace falta conocer la realidad internacional, fíjense lo que ha pasado en la Argentina en los últimos 30 años. Es otro país, es un país donde cada trabajador trabaja el doble y gana la mitad de lo que ganaba hace 30 años. Trabaja el doble y gana la mitad. Y además hay prácticamente entre un 40 y un 50% de la pobla­ción económicamente activa o desocupada o semiocu­pada o con pro­blemas gravísimos laborales. ¿Qué clase de for­taleza tiene un sis­tema que en lugar de producir el desarrollo, el mejoramiento del ser humano, destruye países y personas, como lo estamos vi­viendo en nuestro propio país?. ¿Cómo se pueden permitir los profesores universitarios, los periodistas de renom­bre, los teóri­cos al uso, decirnos que el capitalismo es fuerte?. ¿Cómo se pueden permitir los políticos que nos llaman a ven­cernos, a dar­nos por resignados, cómo se pueden permitir decir que hay un sistema fuerte frente a nosotros, cuando además de todo esto en los cen­tros del imperialismo hay 38 millones de de­socupados?. En los países altamente desarrollados, compañeros, hay 38 mi­llones de desocupados. Y si uno multiplica esta cifra por un mí­nimo de cuatro personas, qué nos da: más de 150 mi­llones de personas so­bre un total de alrededor de unos 700 mi­llones de personas que viven en esos países altamente desarro­llados. Sa­quemos un poco de cuentas. Hay cinco mil quinientos millones de habitantes en el planeta. Unos 700 a 800 viven en los países altamente desarrolla­dos. Quiere decir que viven en los países pobres, miserables, ex­poliados, vivimos alrededor de cuatro mil ochocientos millones de habitantes. Pero en los pro­pios centros hay 150 o más millones de personas que viven en la miseria igual que los miserables del Ter­cer Mundo. ¿Cómo osan querer explicarnos que esto es un sis­tema fuerte?.
Tiene un único punto de fortaleza este sistema: nuestra de­bi­li­dad. Ése es el único punto de fortaleza que tiene. Y yo diría que el principal punto de debilidad nuestro es ideológico, es el no tener claro lo que pasa en el planeta, es el no reivindicar con altivez, sin ninguna clase de altanería pero sin ninguna clase de complejo, las ideas científicas del desarrollo social, el mar­xismo. Y esto es el Che. El Che no era simplemente un luchador ague­rrido. Era ante todo un luchador aguerrido, claro. Pero era un hombre que había estudiado el marxismo, que había asimi­lado las leyes científicas de la historia. Y cuando después de la lucha o de la primera fase de su lucha tiene una instancia de victoria y le toca ejercer el po­der, aparece en toda su enorme magnitud el Che teórico. Todavía no están recopiladas todas sus obras. Hay la idea de que el Che es una boina con una me­tralleta en la mano. Claro que es eso, pero tiene más de diez li­bros escritos, y entre esos diez libros escritos el Che tiene algu­nas de las con­quistas más finas del pensamiento económico marxista, tiene contribuciones absolutamente origina­les al pen­samiento econó­mico marxista. Lo fundamental de él es que ejercía precisamente un marxismo genuino frente a la falsifi­ca­ción absoluta del mar­xismo que significaban aquellos que os­tentaban el papel oficial del marxismo. Frente al anquilosado pen­samiento o falta de pen­samiento teórico de todas aquellas ins­tan­cias políticas, ideológi­cas o científicas en el plano de las hu­mani­dades que tenían su meta en Moscú, el Che tenía un pensa­miento que era original porque era marxista, porque hundía sus raíces en la obra mar­xista. Frente, por ejemplo, al tema de los in­centivos materiales en la construcción de una so­ciedad nueva, el tema de los temas del Che, frente a la idea de cómo se construye el hom­bre nuevo, mientras en los países de la órbita soviética y en las fuerzas polí­ticas que reproducían es­tas ideas falsamente marxistas se decía que eran los incentivos materiales, es decir más cantidad de di­nero, más cantidad de bienes, más cantidad de pre­bendas, lo que permitiría la cons­trucción de una nueva sociedad, el Che de­cía son los incentivos morales los que producen un hom­bre nuevo, y son los hombres nuevos los que fundan sociedades nuevas. Al­gunos pretenden ahora entender que esto era un signo de idea­lismo del Che. Nada más falso, compañeros y compañeras, nada más falso que esto. Es la esencia del pensamiento materia­lista y dialéctico la que descubren algunos textos antológicos so­bre eco­nomía del Che, sobre la ley del valor, en disputa con los teó­ricos del sta­linismo de entonces, mostrando que es en la mate­rialidad del proceso de trabajo donde se forman las ideas, y es en la lucha de las ideas donde se transforma la materialidad del pro­ceso de trabajo. No hay un signo más claro de la profundidad del pen­sa­miento materialista dialéctico de Ernesto Guevara que pre­ci­sa­mente su combate en torno a la ley del valor. Yo invito a to­dos los jóvenes a que lean esos textos, que les pueden parecer un poco dificultosos, les pueden parecer un poco áridos, pero ya que han tenido la inteligencia y la sensibilidad para acudir al lla­mado de los organizadores de esta Cátedra, súmenle a eso el es­fuerzo del estudio, porque no está separado el estudio de la mili­tancia y de la lucha, y no está separada la lucha del estudio.
Decía al comienzo que creo, estoy absolutamente conven­cido, que el único punto de fortaleza del capitalismo en el mundo es nuestra debilidad. Y nuestra debilidad no se solu­ciona con vacíos llamados a la unidad. Claro que tenemos que unirnos, por su­puesto, si todo nos empuja a unirnos, si nos están destru­yendo el país, nos están destruyendo nuestros viejos, nos están destruyendo a nuestros hijos y nos están destruyendo a noso­tros. ¿Cómo no nos vamos a unir?. Pero cómo vamos a unirnos. ¿Con invocacio­nes a la unidad o con proyectos de fu­turo, y con qué clase de pro­yecto de futuro, cómo se arma un proyecto de futuro para un país, para un continente, para un planeta en cri­sis?. Se lo arma con per­sonas capaces de pensar, de entender, y se piensa y se entiende con certeza, cuando se tienen instrumen­tos para ello. Y esos ins­tru­mentos los ha forjado la humanidad a lo largo de su historia y han sido consumados en un cuerpo doc­trinario y teórico que es el marxismo, y tiene hé­roes y mártires, y tiene figuras señeras en la lucha contra el im­perialismo.
En aquel momento el Che Guevara no contaba con un aliado fundamental con que hoy contamos nosotros. Ustedes tal vez no lo han leído porque estas noticias no tienen lugar en las páginas de los diarios, ni en los canales de televisión, ni en los noticieros de radio, pero acaba de llevarse a cabo una huelga de dos meses en Estados Unidos; 185 mil obreros llevaron a cabo una huelga y la ganaron, y la ganaron. Aquello que parecía como inconmo­vi­ble, como absolutamente monolítico en la época del Che, las so­ciedades altamente desarrolladas, no son más eso. Ustedes sa­ben lo que le pasó al presidente francés Chi­rac cuando llamó a elec­ciones, y ustedes saben que los que ga­naron no van a dar res­puesta a la demanda de los que votaron masivamente contra el programa llamado neoliberal. A dónde va a ir toda esa fuerza, a dónde va a ir toda esa fuerza que en Inglaterra barrió con el go­bierno conservador, y a dónde va a ir toda esta fuerza que está acá, compañeros. Es nuestra respon­sabilidad encontrar un camino para toda esta fuerza, y es nues­tra responsabilidad decir que si en aquel momento la batalla antiimperialista, cuyo punto más alto fue la muerte del Che, tuvo una circunstancia de de­rrota, estamos 30 años después en condiciones infinitamente más favorables desde el punto de vista objetivo para librarla con una perspectiva cierta de victo­ria. No hay exitismo acá. No los quiero abrumar con cifras y datos, pero si ustedes los piden luego del debate puedo darlos. El capitalismo está atravesando una crisis enorme. En los países de la ex órbita soviética no se volvió al capitalismo, no se vol­vió al capitalismo, se destruyó la economía planificada pero no se pudo afirmar el capitalismo, y aquello es una inmensa masa geográfica y humana en el más ab­soluto caos. Y en los paí­ses capitalistas dependientes están peor de lo que estamos en Ar­gentina. El gran desafío de hoy en ade­lante, el gran desafío que ustedes, los más jóvenes que están aquí, van a protagonizar en su máximo nivel es el de la revolu­ción mundial, la revolución an­ti­capitalista. No estoy diciendo palabras grandilocuentes. Hay da­tos objetivos que aquel sueño del Che no tenía nada de sueño, que el Che no era un mero utopista, que jamás luchó por utopías, lu­chó por la realidad de la perspectiva de la revolu­ción. Y que su caída no es nada más que un mero, pequeño, aunque muy dolo­roso, pero un mero, ínfimo momento de la his­toria. Y yo creo que eso es lo que debemos rescatar en este momento.
Que nadie se apropie de la figura del Che. Que nadie se apropie de la figura del Che. Hemos estado en distintas Cáte­dras en distintos puntos del país y es muy sano, muy rico lo que han conseguido los organiza­dores de esta Cátedra. Es trascen­dental, como dije al comienzo. Y creo que una de las cosas que tene­mos que plantear es que esta ta­rea extraordinaria no puede ser tergi­versada por la idea de tergi­versar al Che. Porque el Che era su lu­cha. El Che está en sus tex­tos y está en sus actos, no puede ser transformado en beneficio de ningún partido ni de ninguna co­rriente hoy día, tiene que ser transformado en una reivindica­ción de la decisión, la voluntad de cambio anticapita­lista basada en la ciencia de la revolución, que es el marxismo. Nada más compañe­ros, gracias.


G. Cieza:
Vamos a presentar a Claudia Korol, secretaria de redacción de la revista América Libre, coordinadora de la Cátedra del Che en Rosario.


Claudia Korol:
Quiero, en primer lugar, agradecer a los organizadores de la Cátedra la invitación, y decirles que en todos los lugares donde es­tamos participando de cátedras como ésta -vengo ahora de una cátedra en Salta-, se está produciendo esta misma situación, este mismo fenómeno de expansión, de multiplicación del pen­sa­miento y del ejemplo del Che. Y uno se pregunta y se pregun­tan en las cátedras por qué se da esto ahora, sin intentar respon­derlo, en todo caso agregando algún argumento más a este de­bate. En­tiendo que es un momento en que el Che está volviendo junto a todos los que fueron negados en todos estos años en los que se pretendió que había triunfado el imperio, que habían triunfado los poderosos, que habían triunfado a sangre y fuego los que impusie­ron el modelo que hoy está en curso en nuestros países. A mí cuando yo estudiaba en la Universidad de La Plata tenía la noticia cotidiana de los compañeros caídos, de los com­pañeros desapare­cidos, tuvimos esa terrible noticia de la Noche de los Lápices, en­tonces es realmente impresionante estar acá donde uno siente que junto al Che vuelven todos esos compañe­ros, vuelven a estar junto a nosotros todos los caídos, todos los que dieron su sangre, todos los que entregaron sus vidas para tratar de seguir, no el ejemplo de una sola persona sino, en todo caso, el compromiso con una causa, con un ideal de justicia, de libertad y de dignidad. Y creo que entonces es más difícil ha­blar, por lo menos a mí se me hace más difícil hablar, porque me siento frente a ustedes pero también frente a esa historia que nos golpea y que nos recuerda permanentemente las dificultades que hemos tenido para forjar algo que el Che sí llamó en el único "Mensaje" que él escribió a los argentinos, en donde con­vocó a la unidad, a formar un frente para luchar contra el im­perialismo. Es decir, todavía esta multi­plica­ción del ejemplo de la imagen del Che tal vez no tenga su co­rre­lato en la necesaria unidad, en todos los esfuerzos que debamos hacer para cons­truir profun­damente el frente que él hablaba cuando decía que todo es parte de una sola lucha y que es ver­dad cuando el imperialismo nos llama con un denominador común porque aún cuando las ideo­logías cambien, aún cuando uno se re­conozca comunista o so­cialista o peronista o de cual­quier otra ideología política en determinado país solamente caben dos posiciones en la histo­ria: o se está a favor de los mono­polios o se está en contra de los monopolios. Esto lo dijo el 25 de mayo del 62 y creo que todavía estamos en deuda en esta gran tarea.
Quiero referirme, en todo caso, a una parte del temario de hoy que es cómo entendió el Che, cómo desde el marxismo del Che se entendió el tema del imperialismo y de la lucha antiim­pe­rialista. Y quiero señalar muy brevemente, en todo caso, que el marxismo del Che se formó, fundamentalmente, a partir de tres experiencias muy importantes que son el estudio, como acá se ha dicho, del marxismo, de los clásicos del marxismo, de los que han analizado el funcionamiento del capitalismo, han tra­tado de desnudar sus contradicciones, los que han analizado el imperia­lismo, es decir de estudios. En segundo lugar, de sus viajes por América Latina, donde él fue reconociendo la mise­ria, el dolor, la pobreza, es de­cir, las consecuencias prácticas que tiene el ejercicio de la domi­nación imperialista para nues­tros pueblos, y se lo fue chocando en las calles de Bolivia, en las minas de Chile, en Perú, en Guate­mala -donde pudo ver la intervención imperialista para derrocar al gobierno de Arbenz-, en México, es decir, a lo largo de todo nues­tro continente. Y también, y creo que de manera decisiva, en su encuentro con los revolucionarios cubanos y particularmente con Fidel Castro, que venían forma­dos en la tradición antiimpe­rialista que lleva el sello de José Martí, que hasta el día de hoy es no sólo el au­tor intelectual, como ha dicho Fidel, del Moncada, sino también uno de los pa­dres de la Revolución Cubana. Desde estas tres, di­ría, la inte­gración de estas tres experiencias el Che analiza el imperialismo.
Yo no quisiera hacer citas extensas, pero voy a leerles algu­nas porque me parece que es bueno que el Che hable también en estas Cátedras a partir de lo que él escribió, por ejemplo, cuando en la Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas, representando al gobierno cubano, imagi­némosnos repre­sentante de un gobierno en el foro de las Nacio­nes Unidas, él dice: La naturaleza misma del sistema ca­pitalista desarrollado en plena expansión traslada hacia los países de­pendientes las formas más abusivas y menos en­mascarables de la explotación. Es la penetración de los capi­tales de los países desarrollados la condición esencial para establecer la depen­dencia econó­mica. Esta penetración ad­quiere formas diversas, se presenta como préstamos en con­diciones onerosas, bueno acá podría es­tar hablando no hace tantos años ¿no?, préstamos en condiciones onerosas, inver­siones que sujetan a un país dado a los inver­sionistas, de­pendencia tecnológica casi abso­luta del país de­pendiente hacia el país desarrollado, control del comercio ex­terior por los grandes monopolios internacio­na­les, y en último extremo, dice él, utilización de la fuerza como potencia econó­mica para reforzar las otras formas de explotación. Ésta es la de­nuncia que en nombre del gobierno cubano y de la Revolución Cubana él hacía en los foros interna­cionales como las Naciones Unidas. Y decía también que a ve­ces esta penetración ad­quiere formas más sutiles, como la utili­zación de los orga­nismos in­ternacionales financieros crediti­cios y de otro tipo, mencionaba al Fondo Monetario Internacio­nal, el Banco Inte­ramericano de Desarrollo, el GATT, como ejemplos, decía él, de organismos in­ternacionales puestos al servicio de las grandes potencias ca­pitalistas, fundamental­mente del impe­rialismo noerteameri­cano. Y decía, entonces, que en última ins­tancia se preparan para reprimir, y decía los imperialistas se preparan para reprimir a los pueblos america­nos y están formando la internacional del crimen.
No voy a seguir con la cita. Simplemente quería decir que de­nuncias que hoy podríamos suscribir en cuanto a las formas de dominación económica sobre nuestros pueblos, las formas de agresión, al chantaje que significan los supuestos créditos y ayu­das financieras de parte de los países capitalistas, eran de­nuncia­dos en los foros internacionales ya por el Che Guevara. Y el re­sul­tado era el subdesarrollo, que él lo trató de explicar de esta manera, dice: ¿Qué es subdesarrollo?. Un enano de cabeza enorme y tórax henchido es "subdesarrollado" en cuanto sus débiles piernas o sus cortos brazos no articulan con el resto de su anatomía; es el producto de un fenómeno teratológico que ha distor­sionado su desarrollo. Eso es lo que en rea­li­dad so­mos noso­tros, los suavemente llamados "subdesarro­llados", en verdad países coloniales, semicolonia­les o depen­dientes. So­mos países de economía distorsionada por la ac­ción imperial, que ha desa­rrollado anormalmente las ramas industriales o agríco­las nece­sarias para complemen­tar su compleja econo­mía. El "subdesa­rrollo", o el desarrollo distor­sionado, conlleva peli­grosas espe­cializaciones en mate­rias primas, que mantie­nen en la amenaza del hambre a todos nuestros pueblos. Noso­tros, los "subdesa­rro­llados", somos también los del monocul­tivo, los del mono­producto, los del monomercado. El latifundio, a través de sus conexiones con el imperialismo, plasma el lla­mado "subde­sarro­llo" que da por resultado los bajos salarios y el desem­pleo. Es decir, también estamos hablando de situacio­nes actuales y que es­tamos vi­viendo cotidianamente.
Si tuviéramos que resumir, que sintetizar, algunos de los en­foques que el Che hizo, entonces, sobre qué es el imperialismo, que es esta forma de dominación, podríamos realizarlo de esta manera. Por un lado, él denunció esta forma de explotación de los países capitalistas hacia los países dependientes, que no re­pito porque lo leí en la cita. Menciona y denuncia, también, el papel del latifundio, como parte de las estructuras que refuerzan esa dominación. Y hace hincapié, en varios textos, en un tema que es las burguesías locales como socias del imperialismo. Las burgue­sías de cada uno de nuestros países y sus gobiernos como factores que han permitido que se estableciera en todos los paí­ses, en par­ticular de nuestro continente, esta forma de domina­ción. Esto en debate con las posiciones que argumentaban po­sibilidades de que las burguesías nacionales enfrentaran, fueran parte del frente que luchara contra el imperialismo. Él decía que si en algún momento pudo haber sido, ya se demostró que a la hora de decidirse las burguesías nacionales se aliaban o eran presionadas por los go­biernos imperialistas y terminaban traba­jando para ellos.
Esta definición, esta búsqueda de conclusiones, lleva tam­bién a denunciar algunos temas: la acción militar del imperia­lismo como sangrientas agresiones contra nuestros pueblos. Lo hizo hace 30 años. Después nosotros vivimos otras sangrientas agre­siones con el apoyo imperialista, como puede haber sido Chile, que ahora en estos días se recuerda un nuevo aniversario de ese golpe sangriento, financiado por la CIA, por la ITT, es decir, por los monopolios norteamericanos. Pero también hemos vi­vido lo que ha hecho el imperialimo en Panamá, y su san­grienta agresión e intervención para aplastar los deseos de sobe­ranía de un pueblo. Hemos visto cómo ha financiado a la contra en Nica­ragua, y cómo ha sido factor de bloqueo y de agresión contra la Revolu­ción Sandinista. Y vemos hasta el día de hoy cómo el im­peria­lismo, a través del bloqueo económico, a través de la ley Helms-Burton, a través de innumerables instrumentos, pretende ahogar y acorralar a la Revolución Cubana e imponerle su forma de eco­nomía, de po­lítica, de vida, a los propios cuba­nos, avasa­llando su dignidad y su capacidad de autodetermina­ción.
Me parece, entonces, que alguno de estos argumentos que el Che da, si bien como se explicó recién, muy bien, el mundo ha seguido desarrollándose e incluso ha habido transformaciones, muchos de estos elementos nosotros los podemos, hasta el día de hoy, analizar como vigentes. Y en todo caso, los cambios que han habido y las derrotas que aquí se han mencionado, que yo no voy a repetir, lo que han hecho es agravar la situación y las posibili­dades de explotación, por un lado, del imperialismo, han permi­tido agravar las condiciones de agresión del imperialismo, y no han logrado resolver uno solo de los problemas y los dra­mas que ya se denunciaban hace 30 años.
Este análisis que hace entonces el Che del imperialismo, el Che, como Fidel, como los revolucionarios de ese entonces cu­ba­nos, también lo lleva a formular un enfoque de la lucha an­tiim­perialista. Es decir, no sólo dicen ésta es la situación, vivi­mos explotados, sino que plantean que así como el imperia­lismo es un factor de dominación global, político, económico, cultural, mili­tar, también la lucha antiimperialista tiene que ser global. Y que la lucha antiimperialista no se puede resolver sólo desde un solo país, sino que debe ser parte de una estrate­gia mundial, y espe­cialmente hablando de nuestro continente, de una estrategia con­tinental de los revolucionarios. Y así como el imperialismo tiene sus bases económicas, por un lado, pero también sus bases milita­res y su acción de dominación en todo el mundo, hay que ir soca­vando esas bases que ellos tienen de apoyo, golpeando en cada uno de los países. Y en esta perspec­tiva la liberación de un país él la ve como parte de una batalla por la liberación mundial, por la revolución mundial.
En ese contexto es que él escribe su último "Mensaje" que fue enviado a los pueblos del mundo a través de la Tricontinen­tal, donde él señala así: Sinteticemos así nuestras aspiraciones de victoria: destrucción del imperialismo mediante la elimina­ción de su baluarte más fuerte: el dominio imperialista de los Esta­dos Unidos de norteamérica. Tomar como función tác­tica la li­beración gradual de los pueblos, uno a uno o por grupos, lle­vando al enemigo a una lucha difícil fuera de su terreno; li­qui­dándole sus bases de sustenatción, que son sus territorios de­pendientes. Y dice más adelante ¡Cómo podría­mos mirar el fu­turo de luminoso y cercano, si dos, tres, mu­chos Vietnam flo­re­cieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que en­traña para éste de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo!
Traigo esto porque, entonces, entender la batalla del Che es la propuesta de la elaboración de una estrategia continental y mun­dial de lucha antiimperialista por parte de las fuerzas revo­lucio­narias y de los pueblos. Y en ese contexto se inscribe el viaje del Che a Bolivia. Acá ha habido tremendas tergiversa­cio­nes desde las biografías oficiales, desde las que están en curso como la de Castañeda, como las que se han escrito antes como la de Ricardo Rojo, que se llama Mi amigo el Che, desde distin­tos escritos que pretenden que el Che se fue de Cuba por­que es­taba enojado con la Revolución Cubana, porque estaba enojado con Fidel. Yo digo que es hablar en contra del pensa­miento del Che, que desde el co­mienzo de la Revolución for­muló, por un lado, sus deseos de con­tinuar la lucha revolucio­naria pero que, sobre todo, elaboró una estrategia que es ésta que menciona en el "Mensaje de la Triconti­nental", que es la de abrir nuevos Vietnam en todo el continente. ¿Con qué obje­tivo?. Con el ob­jetivo de dispersar las fuerzas del imperialismo, que no sea tan fácil y tan sencillo para el imperia­lismo primero concentrar todas sus energías sobre Vietnam, para después con­centrar toda su energía sobre Cuba, para después concentrar toda su energía sobre tal o cual país que intenta libe­rarse. De­cía, nosotros esta­mos intentando llevar luchas de libera­ción se­paradas, aisladas, y eso favorece la estrategia del imperia­lismo; creemos simultáne­amente dos, tres, muchos Vietnam, obli­gando al imperialismo a dispersar sus fuerzas. Éste era el sentido de Bolivia, digo, me parece que es importante decirlo una y otra vez, sobre todo por las grandes tergiversaciones que se han reali­zado.
Y también decir, ya que estamos en este tema, que Bolivia no era sólo Bolivia, también Perú, era Argentina, era un plan para el Cono Sur de América Latina, donde luego de formar el núcleo fundamental del ejército revolucionario en Bolivia, la idea que una columna fuera para Perú y que otra columna vi­niera para Ar­gentina encabezada por el Che. Y de alguna ma­nera, digo, el Che volvía para la Argentina en sus planes, ésta era su idea, y volvía para hacer realidad esto que se dijo en los primeros años de la Re­volución Cubana, de convertir a la Cordi­llera de los Andes en la Sierra Maestra de América Latina. Me parece que esto también es importante que lo conozcamos. Por­que la otra gran tergiversación fue que, bueno, el Che se fue de Argentina y no volvió nunca más, el Che a los argentinos no nos dio nada, y en todo caso dio como un hombre ajeno que es­tuvo en la Revolución Cubana y que estuvo después posterior­mente en Bolivia. Yo creo que tam­bién tener en cuenta que sí, que el Che era un hombre latinoame­ri­cano, era un internacionalista, era un hombre que podría haber dejado su sangre en Cuba, en pri­mera instancia, pero también en el Congo, y bueno, no hu­biera llegado nunca a poder realizar este plan, y que dejó en Bolivia, pero que dentro de sus planes de par­ticipación ya per­sonal es­taba aportar a la lucha de liberación de la Argentina. Quisiera, entonces, señalar que esa batalla que quedó inconclusa con su detención y posterior asesinato en Boli­via, y acá también hay que decir, tal vez fue uno de los primeros desa­parecidos, porque trataron celosamente de ocultar su cuerpo du­rante tantos años, y hoy tal vez también vuelve por esto de que están vol­viendo mu­chas cosas en el 30 aniversario, pero ese com­bate inconcluso yo entiendo que tiene posibili­da­des y tiene nece­sidad de ser conti­nuado en la medida que no­sotros logremos, por un lado, inter­pretar los nuevos sucesos, las nuevas características que asumen la lucha en el mundo actual. Y obvia­mente yo no me voy a ex­tender porque comparto buena parte del diagnóstico de cómo se expresa hoy el capitalismo en el mundo actual que hacía Bilbao. Pero creo que hay que seña­lar en todo caso, o junto con esto, que así como los Estados Unidos ha lo­grado, a partir del fin de la bipolaridad, un nivel de hegemonía militar, tecnológica, eco­nómica, fundamentalmente también a través de los medios de comunicación, que se ejerce a través de la formación de opinión pública, que se ejerce tam­bién a través de la cátedra universita­ria, que se ejerce también a través de la forma­ción ideológica que se da en la escuela pri­maria y secundaria, es decir, utili­zando todas las formas de re­producción ideológica co­nocidas, yo comparto esta idea de que de todas maneras el capita­lismo no resolvió nin­guno de los problemas de la humanidad. Y no lo resolvió porque no se plan­tea resolverlos, porque la lógica del capitalismo no es re­solver los problemas de los pueblos, sino acumular ganancias para los grandes capitales. Y entonces la ten­dencia, por más que pudiera haber un momento de floreci­miento, digamos, de la eco­nomía, va a ser que cualquier inno­vación tec­nológica, cual­quier buena cosecha, cualquier beneficio posible que surja de la eco­nomía, lo que hace es engordar más las ganan­cias de los capitalis­tas y agrandar más la brecha entre los que tie­nen y los que no te­ne­mos nada.
Entonces, me parece que en este marco plantearnos la po­sibi­lidad de articular un frente de lucha contra el imperialismo, la posibilidad de intentar superar las diferencias para poder ir cons­truyendo la fuerza social necesaria que libre la batalla en todos los terrenos, que pueda disputar esa hegemonía ideoló­gica, que pueda disputar a la acción política, que pueda dispu­tar la batalla en el terreno que se plantee la batalla, sobre la base del protago­nismo, de la movilización, de la participación popular, es uno de los grandes desafíos. Y en esto creo que nos podemos inspirar per­fectamente en el Che, en su "Mensaje" y en su última palabra lle­gada a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental, cuando decía: Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos con­tra el gran enemigo del género hu­mano: los Estados Unidos de norteamérica. Ojalá nosotros logremos, superando todas las di­fe­rencias, construir la unidad de nuestro pueblo y aportar a la uni­dad de los pueblos de Amé­rica Latina, y a la unidad de todos los que en cualquier lugar del mundo levantamos las banderas de la liberación y de la dignidad. Muchas gracias.


G. Cieza:
Vamos a pasar ahora a la parte de las preguntas y a los apor­tes que se quieran hacer. Una pregunta que me acercaron, que es­taba planteada a los dos expositores, que era que desa­rrollaran el concepto de estímulos materiales.


L. Bilbao:
Bueno, como dije anteriormente, el problema de los estímu­los materiales fue motivo de una polémica muy profunda, que en úl­tima instancia hacía a la esencia del pensamiento econó­mico marxista, pero también, y yo diría, fundamentalmente al pensa­miento filosófico marxista. La forma pública de esta po­lémica era si para que un obrero trabajara mejor se le debía o no dar in­centi­vos materiales, sea esto en forma de un aumento salarial o cual­quier forma de beneficio material. Quienes no ponían el acento en los incentivos materiales de ningún modo negaban la necesidad de un mejoramiento material permanente de los trana­jadores y del conjunto de la población, esto está claro. Pero, decía, el problema para nosotros no está planteado sencillamente en la idea de pro­ducir más en términos de bienes producidos, sino de que ésta pro­ducción, además de un bien ma­terial, pro­duzca un bien inmate­rial. Es decir, que el modo en que se rela­ciona la autoridad eco­nómica, la autoridad política, la autoridad de una determinada área de la producción, con el productor di­recto, es decir, con el obrero, no tiene que atender sencillamente a obtener un resultado numérica­mete mayor en términos de bie­nes materiales, sino que tiene que estar preocu­pado con qué pasa en la conciencia de esa persona que trabaja. Para los eco­nomistas soviéticos, que se lla­maban marxistas y no lo eran, como me parece que ahora está larga­mente probado, porque son los mismos los que defienden el in­tento fallido hasta hoy de re­torno al capitalismo, para estos eco­nomistas y dirigen­tes políti­cos, se trataba de superar, decían ellos, al capitalismo en cuanto a la cantidad y calidad de producción. Lo de la cali­dad era una palabra, porque en realidad nunca po­nían el énfasis en esto, sino sencillamente en la cantidad, y deja­ban por com­pleto de lado el problema de qué pasa en la cabeza de un obrero, de un trabaja­dor, cuando produce. La idea, entonces, acá tiene una manifes­tación económica, pero tiene una matriz de orden filosófica. Y por eso decía yo que la noción materialista, profundamente ma­terialista del Che, le permitió comprender que aquello que el obrero pensara iba a depender de aquello que el obrero hiciera, y a la vez, y ahí la otra parte de la filoso­fía mar­xista, la concep­ción dialéctica, aquello que el obrero hiciera iba a depender de lo que el obrero pensara.
Vamos a ver si traducimos esto un poco más sencillo. Si los compañeros organizadores de la Cátedra hubiesen propuesto una concurrencia a esta Cátedra diciendo, en la entrada, vamos a en­tregar una boleta con un número y vamos a sortear un Ford Fiesta, ¿es lo mismo que decirle a los jóvenes vengan a escu­char a dos personas que van a hablar del Che, pongan plata para pa­gar el sistema de sonido, vengan a trabajar con las sillas, como hizo el compañero?. ¿Es lo mismo?. Claro que no es lo mismo. Quién sabe. Vamos a suponer que con la rifa del Ford Fiesta viene más gente. De qué nos sirve. De qué nos sirve esa gente cuando sale de aquí. Y de qué nos sirve, cuando digo "nos" es­toy hablando del futuro de la humanidad, no estoy ha­blando ni de personas, ni de partidos, ni de nada, estoy ha­blando del fu­turo, de la sociedad. De qué le sirve a la sociedad alguien que ha venido a ver si se gana un Ford Fiesta y de qué le sirve alguien que ha venido a ver qué diablos pensaba este hombre que llevo puesto en mi camiseta.
Ésta es, en sustancia, la polémica sobre los incentivos mate­ria­les, y está profundamente arraigada en ideas filosóficas, aun­que se manifieste y se presentara en aquel momento en el te­rreno de una disputa ideológica en torno a la ley del valor, cosa demasiado complicada para resumir en pocas palabras aquí. Pero lo que es­taba en disputa es si el trabajador en una sociedad no capitalista tenía que ser incentivado a producir más con más salario, o di­ciendo, mirá, tenés que producir más porque tene­mos que mandar esto que vos producís a Angola, donde lo ne­cesitan porque están luchando contra el imperialismo. Vas a producir más, vas a traba­jar más, te vas a esforzar más y no te lo vamos a dar a vos, y no te vamos a pagar más para que traba­jes más, lo vamos a mandar a Angola. ¿Estás de acuerdo?. Y discu­tir esto en una asamblea de fábrica. Esto se hacía, esto propug­naba el Che, y lo contrario pro­pugnaban los economistas sovié­ticos. Y claro, ustedes no se pre­guntan por qué se equivo­caron tan escandalosamente, tan escan­dalosamente, personas que po­san de serios y de inteligentes, cuando al día siguiente de la caída de la Unión Soviética, con una sonrisa de conmisera­ción, dijeron mañana se cae Fidel. ¿Por qué se equivocaron?. Y miren que no eran solamente los de la dere­cha. Una buena can­tidad de genios progresistas de todo el planeta y de este país dijeron, sin ningún lugar a dudas, Fidel se cae ma­ñana, Cuba se cae mañana. Y durante varios años nadie abrió la boca en torno de esto, muy pocos eran los que abrían la boca para decir que esto no se cae. ¿Por qué no se cayó?. Se morían de hambre los cubanos después de la caída de la Unión Soviética. Pasaban hambre todos los días. ¿Por qué no se dieron vuelta con­tra su gobierno?. Los cu­banos tienen armas en las fábricas. ¿Por qué no usaron las armas contra su gobierno?. Porque tenían una cosa acá adentro, y la tenían porque producían de una manera di­ferente. Por eso decía que no se puede ni tomar el poder, ni man­tener el poder, ni construir una sociedad diferente si no se tienen instrumentos científicos para hacerlo, y ésa es la lección extraor­dinaria del Che. Probablemente la más rica de todas. Es­cúchenlo ahora, le­ánlo a Fidel cuando reivindica el pensa­miento del Che en esto. ¿Y por qué los obreros soviéticos vota­ban con las dos manos para el retorno al capitalismo?. Porque eran explotados, porque trabajaban en sus fábricas como se tra­baja en una fábrica capita­lista. Y sin ninguno de los beneficios que se tienen en las socie­da­des capitalistas desarrolladas, aun­que sí muchos beneficios en el plano material, ninguna duda, que han perdido ahora de ma­nera total. Pero estaban en contra porque no habían entendido qué cosa era el hombre nuevo. Es un tema muy difícil. No quiero ocupar el tiempo que le corres­ponde a Claudia, así que termino aquí.


G. Cieza:
Hay otra pregunta: En esta lucha contra el imperialismo plan­teada por el Che, ¿adónde queda el imperialismo ruso y qué plan­tea el Che sobre la Unión Soviética en su momento?.


C. Korol:
Yo voy a tratar de responder volviendo de nuevo al Che y no haciendo interpretaciones de lo que el Che pensaba. Primero, el Che nunca se refirió a la Unión Soviética como imperialismo ruso. Y yo diría que hubo dos momentos, para simplificar, en el análisis que hizo de lo que sucedía allá. El primero se los voy a leer. Les voy a leer un párrafo de un discurso que hace a las ju­ven­tudes el 28 de julio de 1960, donde él dice: Que países como Cuba en este momento, países revolucionarios y nada modera­dos, pueden plantearse la pregunta de si la Unión Soviética o si la China Popular es amiga nuestra, y no pueden responder en una forma tibia. Tienen que responder con toda la fuerza que la Unión Soviética, la China y todos los países socialistas, y aún muchos otros países coloniales o semicolo­niales que se han liberado, son nuestros amigos, y que en esa amistad, en la amistad con esos gobiernos de todo el mundo es que se pueden basar las realizaciones de una revolución americana, porque si a nosotros se nos hubiera hecho la agresión que se nos hizo con el azúcar y el petróleo y no existiera la Unión Soviética que nos diera petróleo y nos comprara azúcar se necesitaría toda la fuerza, toda la fe y toda la devoción de este pueblo que es enorme para poder aguantar el golpe que eso significaría. Esto lo dijo en el 60.
Él después hizo varios viajes, participó a nombre del go­bierno cubano de la discusión de numerosos tratados de inter­cambio, y en ese proceso él pasó a una posición crítica, por lo menos mucho más crítica de lo que decía en este momento, que se expresa, sobre todo, en un discurso en Argel, que él hace en 1965, en el que dice, hablando de la relación de los países lla­mados socialistas y los países que se liberan: Cómo puede signi­ficar beneficio mutuo vender a precios del mercado mundial las materias primas que cuestan sudor y sufrimien­tos sin lími­tes a los países atrasados y comprar a precios del mercado mundial las máquinas produ­cidas en las grandes fábricas au­tomatizadas del presente. Si es­tablecemos este tipo de relación entre los dos grupos de na­ciones debemos convenir en que los países socialistas son en cierta manera cómplices de la explo­tación imperial. Se puede argüir que el monto del intercambio con los países subdesarro­llados cons­tituye una parte insignifi­cante del comercio exterior de estos países. Es una gran verdad pero no elimina el carácter in­moral del cambio. Los países so­cialistas tienen el deber mo­ral de liquidar su complicidad tá­cita con los países explota­do­res de occidente. Y después dice: Si nos preguntan cuáles son los métodos para fijar precios equitativos no podríamos con­tes­tar, no conocemos la magnitud práctica de tal cues­tión, sólo sabemos que después de discusio­nes políticas la Unión Sovié­tica y Cuba han firmado acuerdos ventajosos para noso­tros mediante los cuales llegaremos a vender hasta cinco mi­llones de toneladas a precios fijos supe­riores a los normales en el llamado mercado libre mundial azucarero. La República Popu­lar China también mantiene los precios de compra.
Después de este discurso de Argel hay otro momento en que él se refiere a la Unión Soviética y a China, que es lo que antes yo mencionaba en el "Mensaje a los pueblos del mundo" que rea­liza a través de la Tricontinental, y donde él lo que hace, se los voy a leer también, es una crítica a las consecuencias de la di­visión en­tre la China y la Unión Soviética para los países que luchan por su liberación. Él dice así: La solidaridad del mundo progresista para con el pueblo de Vietnam semeja la amarga ironía que significaba para los gladiadores del circo romano el estímulo de la plebe. No se trata de desear éxitos al agre­dido sino de correr su misma suerte; acompañarlo a la muerte o a la victo­ria. Cuando analizamos la soledad viet­namita nos asalta la angustia de este momento ilógico de la humanidad. El impe­ria­lismo norteamericano es culpable de agresión... ¡Ya lo sabe­mos, señores! Pero también son culpa­bles los que en el mo­mento de definición vacilaron en hacer de Vietnam un pacto inviolable del territorio socialista, co­rriendo, sí, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas co­menzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos más grandes poten­cias del campo socialista.
Quería leerlo porque me parece que es la forma más clara de decir qué es lo que él pensaba. Efectivamente, él fue crítico ha­cia la Unión Soviética. No fue una visión, en todo caso, que la ubi­cara dentro del campo del imperialismo, pero sí ubicaba que la falta de la solidaridad, el deterioro del internacionalismo, eran elementos que golpeaban y que agredían a las fuerzas que lucha­ban por su liberación. Y fue particularmente crítico del signifi­cado que tenía, digamos, la contradicción entre la Unión Sovié­tica y China para el conjunto del movimiento revolucio­nario mundial.


G. Cieza:
Acá tenemos una pregunta para Luis Bilbao, que dice: ¿La propiedad de los medios de producción soluciona desigualda­des, quién distribuye, por qué modelo marxista deberíamos pe­lear, por el ruso, el cubano, etc. o uno superador?. Dentro del comunismo, ¿cómo se entienden las libertades?. Cuando Marx realiza su aná­lisis del sistema capitalista en 1848 aproximada­mente no tiene en cuenta la inclusión de los individuos en la sociedad de consumo, ¿cómo se puede analizar esto?. Son va­rias preguntas.


L. Bilbao:
Bueno, dos palabras, sin embargo, antes, respecto de la pre­gunta anterior. Me parece que lo leído por Claudia es categó­rico respecto de que la crítica del Che a la Unión Soviética era muy cruda, muy cruda, pero fíjense que no habla de imperia­lismo so­viético. Y una de dos: o la corriente política que hace esta pre­gunta o que sostiene esta posición y que genera, diga­mos, esta pregunta, cree que el Che era un cobarde y un hipó­crita y que por eso no decía las cosas como las pensaba; o con­cluye defini­tiva­mente que el Che no pensaba que la Unión So­viética era un im­perialismo. Mi interpretación es muy clara. El Che no pensaba que fuera el imperialismo, porque el Che era marxista. El Che era marxista, y el pensamiento marxista está muy elaborado en torno de la teoría del imperialismo, y real­mente hay que desco­nocerlo, o desecharlo, o manipularlo, para pretender poner en el cuadro del pensamiento marxista la no­ción de que la Unión So­viética era un imperialismo, como el imperialismo estadouni­dense. Es una vieja polémica que lleva­mos con estos compañe­ros, a los que respeta­mos y aun estima­mos, como estimamos a cualquier luchador. Pero es hora de que los compañerros que esgrimen esta posición saquen conclusio­nes acerca de las horri­bles deformaciones políti­cas que ellos mismos han tenido, de las tremendas desviaciones políticas concretas que han tenido en los últimos 30 años, por afe­rrarse a una categoría acientífica, anti­marxista, como ésta, que además tiene hoy, en el terreno polí­tico, nada más y nada menos que la intención de separar a Fidel del Che. No se puede permitir esto, no se puede permitir, es muy grave. Lo discutimos con tran­qui­lidad, pero la verdad es que tendríamos ganas de usar argu­men­tos más crudos, porque es mucho lo que está en juego y no es inocuo intentar separar al Che de Fidel. No lo vamos a permitir, compañeros.
Bueno, las preguntas del compañero son muchas y son muy profundas. No sé si voy a tener tiempo para desarrollarlas con­ve­nientemente. La primera es si la propiedad, la propiedad co­lec­tiva, supongo que quiere decir, de los medios de producción so­luciona las desigualdades. Bueno, yo creo que la pregunta está mal planteada. Sin la propiedad colectiva de los medios de pro­ducción no se pueden solucionar las desigualdades. Esto no pre­supone que se colectivizan los medios de producción y al día si­guiente las desigualdades se terminan. El proceso de restau­ra­ción o el proceso de, como diría Marx, pasaje de la prehisto­ria a la his­toria de la humanidad no puede ser un acto automá­tico, pero la condición para poder hacer ese pasaje, para acabar con las desi­gualdades inhumanas que nos separan hoy, es la propie­dad colec­tiva de los medios de producción.
Pero el compañero pregunta, inmediatamente después, quién distribuye. Y aquí está el problema, porque toda esta idea noso­tros la tenemos distorsionada a partir de que identificamos a la expe­riencia socialista, o como llama el compañero que es­cribe esto "el modelo", con lo que vimos en la Unión Soviética. Y re­almente si hay algo distante de una sociedad socialista es lo que nosotros vimos en la Unión Soviética. La Unión Soviética había dejado atrás el capitalismo, había terminado con el capi­talismo, había abolido totalmente el capitalismo, y esto de por sí signifi­caba un salto impresionante en la historia de la huma­nidad, y un mejora­miento de las condiciones de vida material e intelectual de toda la población. Pero no era una sociedad so­cialista, por­que le faltaba algo esencial para el socialismo que es el prota­gonismo de las ma­sas en las decisiones, en todas las decisiones. Esto es justa­mente lo que discutíamos en torno del problema de la ley del va­lor, en torno del problema de los in­centivos materia­les. Las masas no participaban en la toma de decisiones, no ya para distribuir algo, sino también para pro­ducir, no participaban en la decisión de nada. En la Unión So­viética, y escuchen lo que voy a decir por­que alguno va a saltar de la silla, y me va a poner números de­lante, en la Unión So­viética no había partido, no ha­bía sindicatos, no había organi­zaciones sociales de ningún gé­nero. Eran todos aparatos buro­cráticos donde no había la más mínima vida interna. Podían venir acá y decirnos los represen­tantes soviéticos "vengo en representación de 250 millones de afiliados a la federación sindical soviética". Mentira. Claro que había 200 millones de afi­liados, pero esos afiliados lo único que hacían era pagar una cuota que se la descontaban obligatoria­mente, no había ninguna vida sindical en ningún lado. Entonces quién distribuye. Con el socialismo esto no tiene ninguna duda, para la teoría marxista no hay ninguna duda: distribuyen las ma­sas, porque las masas hacen todo, ejercen democráticamente el gobierno. Quién dis­tribuyó la miseria en Cuba en los últimos años. La espantosa miseria, quién la distribuyó, quién votó las leyes para permitir o no permitir tal o cual ingreso del capital ex­tranjero. Ustedes me dirán el congreso. Es cierto, la Asamblea Nacional cubana votó todas esas leyes. Pero antes que la votara la Asamblea Nacional, es decir los dipu­tados elegidos por un proceso tan democrático, tan minuciosa­mente democrático que no lo puedo explicar porque me llevaría mucho tiempo, pero que es verda­deramente democrático; esos di­putados, sin em­bargo, muy de­mocráticamente electos, no resol­vían sino después de que todas esas leyes fueran estudiadas, de­batidas y votadas en lo que se llamó los parlamentos obreros, asambleas de fábri­cas, asam­bleas estudiantiles, asambleas barria­les, asambleas en el campo. Quién distribuye: el pueblo organi­zado. Entonces éste, yo no diría que es el modelo ideal, está pre­ñado de deformacio­nes lo que se llamaría, no me gusta la palabra modelo, el régi­men po­lítico cubano está preñado de deformacio­nes. No es gra­tuito ha­ber estado tantos años en una feroz depen­dencia como explica el texto que recién leía Claudia respecto de la Unión Soviética, penetraron muchísimas ideas del stalinismo en Cuba. Y en 1984, Fidel hace un doble movimiento. En primer lugar, pro­duce una serie de hechos para intentar rescatar el pen­sa­miento económico del Che y ponerlo en discusión ante las ma­sas uba­nas. Y en segundo lugar, lanza un proceso, parte del mismo fe­nómeno, que se llama "Proceso de rectificación de erro­res y desviaciones". Es decir, la principal autoridad del Partido Co­munista de Cuba está diciendo hay errores y desviaciones muy graves en la sociedad cubana. Entonces no se trata de se nos cayó el modelo, insisto, uso la palabra modelo porque me lo po­nen en la pregunta, no es mi léxico, pero bueno, se nos cayó el modelo soviético, ahora el modelo cubano. No, no. El modelo cubano es el fruto de una suma de fuerzas positivas y negativas, como lo será cualquier sociedad que podamos construir en el fu­turo.
Y lo que nosotros tenemos que luchar y para que esa rela­ción de fuerzas, que en principio siempre es favorable al impe­rialismo hasta que se les quiebre el espinazo, para que esa rela­ción de fuerzas pase por el eje de la democracia de los trabaja­dores, de la participación masiva de la población en la toma de decisiones. Y cuidado, cuando decimos democracia de los traba­jadores, y acá vamos en contra de también una deformación ideológica de los últimos tiempos, estamos diciendo dictadura del proletariado. La palabra dictadura para nosotros tiene una carga tan negativa que muchos no la quieren usar, pero estamos hablando de ciencia po­lítica. Y en la ciencia política, dictadura del proletariado es lo con­trario de la dictadura de la burguesía, porque la democracia burguesa es la dictadura de los capitalis­tas que nos permiten mientras no les hacemos mella. Es claro que no es lo mismo poder o no poder estar haciendo esta charla aquí. Pero dejen ustedes que esta charla se transforme en miles de charlas, y que los que están escuchando se transformen en millones de luchadores por el so­cialismo, y vamos a ver qué pasa con la democracia burguesa, va­mos a ver cuán generosos son, y cuántos micrófonos nos van a prestar. Venimos a hablar acá pero no nos dan los micrófonos que les dan a los torturado­res y a los asesinos. Podemos publicar nues­tros periódicos con plata nuestra, con plata de los que no tienen dinero, pero no po­demos escribir en Clarín, no podemos publicar en La Nación. Qué clase de democracia es ésa. Y qué pasa cuando los traba­ja­dores y las masas populares, la mayoría in­mensa de la pobla­ción, toma el poder, ¿le va a dar a los que hoy ostentan el poder y ejercen su dictadura el derecho a que sigan haciendo lo que ha­cen?. Para ponerlo negro sobre blanco, el dueño de Clarín, ¿podrá seguir haciendo el Clarín que hace hoy?. No. Taxativa, absolutamente no. Ésa es la dictadura del proletariado. Se les permitirá la democracia, no habrá tortura, no habrá prisión in­justa, habrá juicio derecho, justo juicio para cual­quiera, pero no tendrán derecho a atentar contra la sociedad nueva los agentes de la sociedad vieja, y mientras esto sea nece­sario habrá una cantidad de problemas en la sociedad porque no es lo óptimo, no queremos esto, ellos nos lo imponen, porque ellos no ceden voluntariamente lo que tienen, y lo tienen todo. Excepto el fu­turo lo tienen todo. Bueno no sé si le habré respondido...


G. Cieza:
Hay una pregunta que se le ha hecho para Claudia Korol que dice: ¿Cómo se hace para crear un espacio de lucha diferente y con­templativo de la participación de los que decimos represen­tar, todavía ajenos a cualquier forma de discusión o participa­ción, y no quedarnos en meros encuentros de militantes y nada más?.


C. Korol:
Cuando tengamos la respuesta vamos a estar mucho más cerca de la victoria. Pero, en todo caso, sí una reflexión que me parece importante sobre esta pregunta, y es que entre las conse­cuencias del modelo neoliberal hay dos o tres elementos que te­nemos que señalar. Una es que este modelo neoliberal lleva a la fragmentación de la sociedad. Es decir, el capitalismo en su etapa actual tiene como una de las consecuencias la fragmen­ta­ción so­cial, la fragmentación de los pueblos, la fragmentación de los tra­bajadores. Tiene como otra característica la exclusión, es decir, la marginación de la economía, de la cultura, de la po­lí­tica, de vas­tos sectores de la sociedad. Suma a la lógica tre­menda de la ex­plo­tación, la lógica de la exclusión, el capita­lismo en esta etapa. Y otra de las consecuencias que podemos señalar es que favorece, desarrolla, promueve, una gran crisis de identi­dad, la crisis de identidad nacional, la crisis de identi­dad de los pueblos como pueblos, como trabajadores, como clase obrera. Entonces, a mí me parece que estamos necesitados de ir gene­rando prácticas po­líticas que nos permitan superar la fragmen­tación, superar la ex­clusión, superar esta crisis de iden­tidad. Y en tal sentido, con re­lación a la pregunta, creo que una de las claves va a ser no dele­gar las representaciones ni creer que se representa a nadie, sino constituir verdaderos sujetos colectivos que se presenten en la lucha de clases, no que se re­peresenten por otros sectores, y en donde se pueda además de reivindicar, como decía, el pluralismo, la unidad, el protago­nismo, ir vincu­lando más enérgicamente la unidad de teoría y práctica. Es de­cir, cómo hacemos para combi­nar las distintas formas de lucha que se vienen desarrollando en nuestro país. Y podemos hablar de Cutral Co, podemos hablar de Jujuy, pode­mos mencionar con estos espacios también de debate y de ac­ción política y de lucha ideológica como pueden ser las Cá­te­dras, cómo va naciendo un nuevo protagonismo, que yo en­tiendo que tiene que ver, ade­más, con un factor generacional, es una nueva camada genera­cional que se va incorporando a las lu­chas y va nutriendo esta nueva ronda de la historia con sus facto­res pro­pios y específi­cos. Entiendo que una política de cre­ación de espa­cios de poder popular, donde se afirme el prota­gonismo, la demo­cracia de base, la construcción de estos suje­tos colectivos, puede ayudar­nos a avanzar en esta pregunta que era decir, bueno, un camino de lucha diferente. Diferente y pa­recido. Parecido en tanto que retoma todas las viejas tradiciones de lucha, retoma la me­moria, retoma nuestra historia de com­bate; y diferente en la me­dida que trata de superar los límites que podemos haber tenido, como la división, como la del secta­rismo, como los dogmatismos, y que aún todavía nos están pe­sando. Entonces, superar todo eso, unirnos, me parece, superar la fragmentación y avanzar sobre la base de creer en nuestras propias fuerzas, creando espacios de po­der popular, de cons­trucción de una contrahegemonía que pueda ir desafiando a esta hegemonía que hoy ejerce el imperia­lismo. Entiendo que por ahí se puede ir haciendo una búsqueda.


G. Cieza:
Tengo otra pregunta para Luis Bilbao: Si a 30 años el mar­xismo pudo preveer la crisis del capitalismo actual, ¿cómo no pre­vió su propia crisis y la caída de la Unión Soviética?.


L. Bilbao:
Creo que hay un desconocimiento de la literatura marxista. El marxismo previó con una precisión escalofriante la caída de la Unión Soviética. En 1935 fue publicado un libro titulado La re­volución traicionada. Léanlo y asómbrense del poderío del pen­samiento marxista. Y de entonces a ahora innumerables au­tores que tenían un problema, estaban contra el capitalismo y estaban contra el Partido Comunista de la Unión Soviética y los partidos comunistas que lo seguían en el mundo. Entonces no existían. No existían para los medios de difusión, no existían para las grandes masas. Pero ese pensamiento existe. Ese libro, La revo­lución trai­cionada, 1935, autor León Trotsky, que no es res­ponsable de sus sucesores, como no lo es Marx de quienes se llaman marxistas. Lean La revolución traicionada y des­pués discutimos a ver si el pensamiento marxista previó o no la caída de la Unión Soviética.


G. Cieza:
Les recuerdo que la próxima clase vamos a seguir viendo "Teoría y lucha contra el imperialismo". Va a ser el próximo sá­bado a partir de las seis de la tarde, casi seguro en este mismo lu­gar. Aparentemente hay problemas en la universidad, hoy pa­rece que había una reunión en donde se juntaron 40 personas en la otra sala, y bueno, nosotros nos tenemos que amontonar acá. Esos son los problemas de funcionamiento. Cuando decíamos el otro día con respecto a esta Cátedra, a la universidad no le hace nin­guna gracia esta Cátedra, es una conquista esta Cátedra, por eso hacemos todo lo posible por defenderla. Entonces a veces también pedimos disculpas por las incomodidades, pero cree­mos que éste es un lugar que estamos conquistando, no sola­mente por los temas que se presentan sino porque mucha gente que no viene a la uni­versidad se hace presente acá.
Bueno, una pregunta. Es para Bilbao y dice: Piensa que se­guir planteando sobre si el imperialismo ruso o no esto es en­contrar al­ternativas o voluntad real de actividad política. No se entiende bien la pregunta.


Pregunta:
No, si piensa si seguir planteando sobre el imperialismo ruso o no, es por no querer encontrar voluntad de querer avan­zar so­bre otras cuestiones.


L. Bilbao:
En realidad, ya dije lo que pienso sobre eso. Puede ser falta de voluntad o puede ser otra cosa, no lo sé. No juzgo volunta­des o conductas subjetivas, juzgo hechos objetivos. El hecho objetivo, como dije fue grave.


G. Cieza:
Bueno, si no hay más preguntas damos por terminada esta ter­cera clase. Los esperamos el sábado que viene. Muchas gra­cias a todos.


Bibliografía
Teoría y lucha contra el imperialismo


1- Ernesto Che Guevara. Obras esco­gidas. 1957-1967. Tomo II. Ediciones Políti­cas. Editorial de Ciencias Sociales, La Ha­bana, 1991. "Táctica y estrategia de la Revolu­ción Latinoamericana" (pp. 493-506).
2- Paco Ignacio Taibo II. Ernesto Che Gue­vara, también conocido como el Che. Pla­neta. Joaquín Mortiz. 1996. Cap. 35: "El re­descubrimiento de África" (pp. 510-517).
3- Ernesto Che Guevara. Obras esco­gidas. 1957-1967. Tomo II. Ediciones Políti­cas. Editorial de Ciencias Sociales, La Ha­bana, 1991. "En la XIX Asamblea General de las Naciones Unidas: dis­curso y con­trarré­plica" (pp. 541-571). "Mensaje a los pue­blos del mundo a través de la Tri­conti­nental" (pp. 584-598).
4- C. Wright Mill. Escucha, yanqui. La Revo­lución en Cuba. Fondo de Cultura Eco­nómica. México-Buenos Aires. VIII. "¿Qué significa “yanqui”?" (pp. 168-186).
5- Jean-Paul Sartre. Prefacio, en: Frantz Fa­non. Los condenados de la tie­rra. (pp. 7-29). Fondo de Cultura Eco­nómica. México-Buenos Aires.
6- José Gabriel Vazeilles. "Economía e ideología en la crisis de fin de siglo". Seminario "Marxismo y capitalismo hoy: Mo­dernidad y crisis". Montevideo, mayo de 1996.
7- Juan José Hernández Arregui. Na­cionalismo y liberación. Metrópolis y co­lo­nias en la era del imperialismo. Co­rregidor. "Los organis­mos internaciona­les finan­cieros" (pp. 262-279).
8- Gabriel Fernández. "Década del 60: Juan José Hernández Arregui. El com­bate con­tra el coloniaje cultural". En pe­riódico Ma­dres de Plaza de Mayo. Noviem­bre de 1990. (pp. 15-18).
9- Texto completo del reportaje que la re­vista argentina Che le efectuara en La Ha­bana a John William Cooke en setiem­bre de 1961. "Hoy somos un apéndice del im­peria­lismo". En periódico Madres de Plaza de Mayo. Octubre de 1990. (pp. 17-18).
10- Fernando Martínez Heredia. "El mensaje 30 años después". (A propósito del "Mensaje a los pueblos del mundo a tra­vés de la Tricontinental", del Che Gue­vara). En Tricontinental, año 31, abril de 1997.
11- Fernando Martínez Heredia. "Balance y recreación del socialismo". En América Li­bre, Nº 10, enero de 1997.

Los cuadernillos de las desgrabaciones y de los textos que se indican en la bibliografía están disponibles para consulta en la Biblioteca Popular Héctor Germán Oesterheld.




Anexo

EL PENSAMIENTO DE JOHN WILLIAM COOKE

John William Cooke nació en 1919 en La Plata.
En 1945 se unió al pero­nismo, integrando po­siciones nacionalistas y an­tiim­perialistas con los rasgos demo­cráticos y populares de su tra­dición radi­cal. A los 26 años es ele­gido di­putado nacional. En el Con­greso sostuvo la nece­sidad de la planificación, criticando al libe­ralismo eco­nómico, apoyó la nacionalización del Banco Cen­tral y de los depósitos ban­ca­rios, así como la repatriación de la deuda externa.
Las disidencias y críticas a burócratas le imposibilita­ron ac­ceder a un nuevo período como legislador. En 1954, desde la revista De Frente, se opone a los contra­tos pe­troleros, apoya críticamente el proceso de libe­ra­ción na­cional, condena el im­perialismo y ratifica sus po­sicio­nes la­tinoamericanistas.
Luego del golpe de 1955, es uno de los principales refe­rentes de la Resistencia Peronista, im­pulsando accio­nes para lograr la vuelta de Perón y retomar el poder. Es detenido pero se fuga del penal de Río Gallegos y se traslada a Chile. Perón lo nom­bró su representante.
En 1958 apoyó una importante huelga petrolera y en 1959 participó de la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, contra su privatización, convo­cando a una huelga gene­ral.
En 1960 viajó a Cuba y co­noció al Che. Allí defendió a la Revolución de la invasión de los yanquis en la Bahía de los Co­chinos. En su pensamiento se observa un salto desde el na­ciona­lismo revolu­cionario al socialismo lati­noamericano, y plantea que la cues­tión nacional está unida a la cuestión so­cial.
Regresó en 1963 con una concepción claramente mar­xista. Es partidario de un socia­lismo adecuado a las circuns­tan­cias latinoamericanas. Sos­tiene que para lograr el triunfo de los movimientos de masas son nece­sarias una teoría revo­lu­cio­naria, organización y mé­todos de lu­cha revolucionarios. La falta de una teoría adecuada a la situación fue un dé­ficit que le costó la caída al peronismo y es una dificultad para la toma del poder. Escribe sobre el pa­pel de la lucha armada en rela­ción con la lucha de masas, cri­ticando el espontaneísmo y el vanguardismo desconectado de las bases.
Mantuvo una extensa correspondencia con Perón, se­ña­lándole que en el movimiento coexistían proyectos dis­tintos y que tarde o temprano estalla­rían las contradiccio­nes. Cooke no acuerda con Perón sobre el papel de los dirigentes parti­da­rios y le transmite la invitación para trasladarse de Madrid ha­cia Cuba.
Insiste reiteradamente en el problema de la falta de orga­ni­zación política y de una defini­ción ideológica: el pero­nismo es un gigante invertebrado y miope. Cues­tiona a la bu­rocra­cia oportunista y se pregunta qué signi­ficará ser pero­nista cuando Perón no esté. Señala que el peronismo es el hecho maldito del país burgués y que, aunque se trata de un movi­miento policlasista, es la clase trabajadora la que lo debe con­ducir.
Cooke se relacionó con di­ferentes sectores de la línea combativa del peronismo y desde Acción Revolucionaria Pe­ronista trabajó en la forma­ción de militantes.
Presidió las delegaciones ar­gentinas a conferencias de soli­daridad con Cuba. En nuestro país fue el hombre de con­fianza del Che para su pro­yecto polí­tico que com­prendía a toda América Latina.
Murió el 19 de septiembre de 1968, a los 48 años. Ese día, un contingente guerrillero de las Fuerzas Arma­das Pero­nistas es sorprendido por la represión cuando se entrenaba en Taco Ralo, Tucumán. Mu­chos mili­tantes re­volucionarios tu­vieron una estrecha relación con el "Gordo" o el "Bebe", y Cooke fue el referente ideológico de la izquierda revoluciona­ria pero­nista de la década del 70.




COOKE POR COOKE

* Cuando los pueblos pugnan por liberarse, ahondan en el es­crutinio de su pasado... En el pasado buscamos afirmación, antecedentes, claves. Pero sa­biendo que los desafíos históri­cos son constantes y renovados, y que cada generación debe responder a los suyos. La histo­ria no está escrita por antici­pado y el mundo se nos ofrece como inacabado para que lo construyamos en medio de la contingencia y el riesgo: está en nosotros que deje de ser un mundo de ignominia.
* Donde el liberal ve un mundo de armonías, el revolu­cionario ve un caos de desi­gualdades; donde el liberal ve una sociedad que debe preser­varse, el revolucionario se pro­pone reparar las desigualdades destruyendo el sistema que las origina... La democracia capita­lista alega ser un orden natural. El revolucionario la considera un orden histórico y como tal modificable por el esfuerzo de la voluntad humana. La ideo­logía liberal burguesa no es, por lo tanto, una inmanencia cono­cida por la revelación, ni el re­sultado último del proceso ra­cional: es tan contingente como el mundo cultural del que nació y debe ser superada como pre­rrequisito para la eficacia revo­lucionaria.
* No se puede contentar a los pueblos con declaraciones en el sentido de asegurarles una igualdad política que contrasta con la desigualdad económica y menos aún, hacerles creer que para conservar la primera de­ben mantener la segunda. La famosa igualdad de oportuni­dades de las viejas teorías es un mito que sólo aparece en trán­sito fantasmal de formulación teórica. Yo quisiera que alguien le dijese a los obreros de Tu­cumán, a los mensús, a las cla­ses proletarias, que ellos tienen igualdad de posibilidades por­que nadie les impide veranear en Mar del Plata o especular en la Bolsa.
* Toda revolución es el final de un proceso, y hasta que llega ese triunfo total, solamente se anotan éxitos parciales y al­gu­nos, que parecen fracasos, también aportan al triunfo final. Pero mientras una concepción burocrática renuncia al triunfo total, resignándose sólo a los pequeños éxitos parciales, la lí­nea pseudo revolucionaria busca sólo apoteosis totales, por encima de las condiciones –cualesquiera sean– que se den en un momento dado: tampoco concibe la revolución como proceso, la concibe como su­ceso fulminante sin que antes medien los sacrificios y las ta­reas revolucionarias que no lu­cen, la acción anónima de miles de militantes.
* La lucha por la liberación parte de la determinación del enemigo real: el imperialismo, que actúa a través de la oligar­quía nativa y de los engranajes políticos, económicos y cultura­les a su servicio. En primer plano aparecen, indisoluble­mente unidas, la cuestión na­cional y la cuestión social. Una no puede resolverse sin la otra.
* Nosotros no tenemos nin­gún deseo de ser reprimidos. Nos gustarían las soluciones pacífi­cas y sin víctimas. Pero no somos quienes hemos cerrado esa posibilidad: es la oligarquía, el imperialismo, los gendarmes de la explotación... No llama­mos a ninguna aventura deses­perada. Llamamos a la lucha que co­mienza por esclarecer concien­cias, proclamar las ver­dades y hablar por los que ca­llan cuando deberían orientar a la masa.
* El pensamiento latinoameri­cano no puede ser sino revolu­cionario. En cuanto deje de serlo, se niega a sí mismo, por­que admite como inmutable la situación que nos oprime.
* El imperialismo prefiere que persistan los carcomidos an­damiajes de la democracia sin pueblo, porque sus presidentes de cotillón, sus parlamentos de kermese y sus jueces sordomu­dos, son la mejor garantía de que todo seguirá igual para los pobres y para los ricos.
* El pueblo tendrá que ir en­contrando su estrategia propia, que sea común a todas las fuer­zas que desean un país libe­rado... que asegure la justa dis­tribución de la riqueza, una au­téntica democracia, la liberación frente al imperialismo. Los obreros están en esta lucha, junto con una parte de la clase media y la burguesía no vincu­lada al imperialismo. Hay mu­chos que desean participar e in­corporarse activamente. En medio de la tormenta, nos ire­mos reconociendo.
* El régimen no puede ser cuestionado desde sus mismos valores... Una de las condicio­nes para que la clase obrera asuma la conducción del pro­ceso nacional... es el rechazo de las formas ideológicas que co­rresponden a la organización económica social vigente y la creación de una visión del mundo propio: eso es la teoría revolucionaria... conocer el mundo a través de sus propios valores y no de valores ajenos. La teoría revolucionaria es lo que junto con la organización revolucionaria y los métodos de lucha dan el triunfo a los mo­vimientos de masas.
* Una concepción nacional es aquella capaz de plantear origi­nalmente la revolución sin tras­ladar mecánicamente conclu­siones que fueron válidas en otro cuadro histórico-social; a nadie se le ocurre que tenga que ser una construcción hecha con elementos conceptuales surgidos como productos nati­vos. Lo que hace que una ideo­logía sea foránea, extraña, exó­tica, antinacional, no es su ori­gen sino su correspondencia con la realidad nacional y sus necesidades. El liberalismo eco­nómico era antinacional no porque lo inventaron los ingle­ses, sino porque nos ponía en manos de ellos.
* Somos peronistas porque está Perón. Cuando Perón no esté, ¿qué significará ser pero­nista? Cada uno dará una res­puesta propia y esas respuestas no nos unirán, sino que nos se­pararán. Tal vez nos encontre­mos en los homenajes recorda­torios, pero entre un partidario de las "conciliaciones" que pro­pugnan los obispos y un revo­lucionario, no hay otro campo de entendimiento: estamos en diferentes barricadas y como la lucha es muy aguda, no nos saludaremos como caballeros medievales sino que nos dego­llaremos, como corresponde a enemigos irreconciliables.
* El peronismo de pura figu­ra­ción y cálculo, de caballeros, ese peronismo sin angustia, sin el pensamiento puesto todo el día y todos los días en el drama argentino, es un merengue de­corativo que sería útil si adentro de la torta hubiese una bomba, pero cada vez hay más meren­gue y no va quedando sitio para la bomba. Tenemos líder revolucionario y una masa re­vo­lucionaria pero, también, una capa burocrática –sindical, polí­tica y administrativa– que actúa de aislante y no de me­canismo de transmisión, de freno y no de ejecutora de la política revo­lucionaria.
* No sabemos si este movi­miento es "subversivo", eso es una cuestión de terminología y en los países coloniales son las oligarquías las que manejan el diccionario.
* Yo viviré, como recuerdo, durante el tiempo que me ten­gan en su memoria las personas que de veras me han querido; y en la medida en que he dedi­cado mi vida a los ideales revo­lucionarios de la libertad hu­mana, me perpetuaré en la obra de los que continúen esa militancia.




APUNTES SOBRE EL CHE

A los revoluciona­rios nos debe turbar la presencia del Che Gue­vara, que encarna la conciencia moral de los hom­bres de América, y en­frenta consigo mismo a cada uno de noso­tros... América está dema­siado llena de va­rones pruden­tes, ad­ministradores prolijos del buen sentido y la verdad revo­lucionaria por igual... Y
que están tan muertos como las ideas que ex­po­nen con la segu­ridad de los que jamás ven nada.
Rechazamos la actitud de singularizar a Guevara como el propugnador del "foco guerri­llero" y basar en ello su valori­zación como teórico revolucio­nario. Lo que enseñó con la palabra y la acción fue mucho más amplio y trascendente: la urgencia de la lucha armada para conquistar la libertad; la posibilidad que se le abre hoy a muchos continentes subdesa­rrollados para terminar con las estructuras de la dominación colonial y la injusticia social; la concepción de una estrategia común contra un enemigo que universaliza su opresión y debe ser combatido por medio de frentes de lucha que se vayan abriendo en todos lados ("hay que crear dos, tres, muchos Vietnam"); el papel de las van­guardias, definidas en función de sus praxis y encaminadas a
desatar las energías de los pue­blos para oponer su violencia a la de las clases dominantes; la falacia de confiar a procesos ajenos a nuestra voluntad el advenimiento de un nuevo or­den político-social; la formación del Hombre Nuevo estimulando el desenvolvimiento de los valo­res morales alienados en la deshumanización de la sociedad clasista; la solidaridad como base de la convivencia en la construcción del socialismo y de las relaciones entre movimien­tos y países revolucionarios.
Era un hombre común, surgido de nuestro medio: ro­sarino, estudiante, asmático, ju­gador de rugby, ciclista, lector de El Gráfico, con una visión de la realidad argentina donde se mezclaban aciertos y alienacio­nes distorsionantes... Mantenía, con respecto a sí mismo, una actitud crítica, algo sobradora y burlona, como corres­pondía a su idiosincra­sia cordobesa-por­teña que rechazaba lo ampu­loso y solemne. La Revolución Cubana es el he­roísmo pero, tam­bién, la alegría y la irre­ve­rencia, por­que para construir lo nuevo hay que perder el res­peto a los ído­los del viejo orden y arrasar con las fachadas que encu­bren su avaricia. El
Che ponía su mordaz acento riopla­tense en ese desprecio a los prejuicios y convencionalis­mos. Como presidente del Banco Central tuvo que firmar los nuevos billetes que sustitu­yeron a los de la emisión previa y es­tampó su rúbrica: "Che".
En ese atroz vacío de octu­bre, nuestra vida clamaba con­tra la injusticia de que el Co­mandante Guevara hubiese caído cuando aún no era su tiempo de morir... Sin embargo, a través del mundo las voces revolucionarias coincidían en afirmar una sola verdad esen­cial, que rescataba el sentido del luto colectivo: vibraba en las conciencias la convocatoria del Che para los compromisos tota­les de la lucha liberadora.
El Che seguirá formando parte de nuestra cir­cunstancia mientras haya quie­nes compar­tan ese proyecto para la trans­formación del mundo, que él enriqueció teóri­camente y sirvió hasta las últi­mas consecuencias.

John William Cooke
En: Boletín “Cátedra Che”, Nro. Especial a 30 años de la muerte de Cooke - 19/9/98


* * *