Biblioteca Oesterheld / Nro. 19


BIBLIOTECA OESTERHELD
Boletín informativo Nro. 19 - Marzo del 2003




surcos
ARANDO EL PORVENIR

Pareció que ayer decía lo mismo. Nos entregamos a la lectura del diario acontecer. Egoísmo, muerte, masacre y recompensa. Un viejo amigo con su alma degollada. Vaya forma de saber...

Quizás estemos apenas preparando el terreno. Nuestra pequeña porción de vida, la que queremos tan distinta a aquella que nos muestran como un paraíso. Las voces de esta tierra permiten alargar nuestra corta vista, como sueño que madura.
Un corte que inaugura otro tramo. Un cauce que de a poco vamos afirmando, una senda por donde seguir. Un rastro, una huella para no perdernos.
El sol que evapora y da prisa volverá mañana con nuevo impacto. Mientras tanto, la misma lluvia. Del aguacero al chaparrón, otra vez. Como esas tardes tristes que parecen no terminar nunca.
El símbolo de la semilla. El nacimiento de algo nuevo y el trabajo que lleva concretarlo. Despacito y sin que nos digan cómo. Está cantado, el sueño se hace a mano y sin permiso...



data

EL PASADO CONQUISTA NUEVA FAMA
Por qué siempre está

El 24 de marzo de 1976 comenzó la última dictadura militar. Nuevamente, creemos que promover la lectura de obras que nos acerquen a nuestra historia y que nos permitan comprender nuestro presente es una tarea esencial.

Quiebre político-institucional, reestructuración económica, terrorismo de estado y genocidio, cambios sociales y culturales, pero también formas de resistencia y lucha por la justicia. Son algunos de los temas que nos permiten abordar el análisis de una de las épocas más terribles de nuestro país.
Desde la biblioteca hemos editado el suplemento “Notas bibliográficas”, con la idea de presentar materiales que se pueden leer sobre la dictadura. El listado está agrupado en textos generales, testimoniales, metodología represiva, roles de distintos actores sociales (Iglesia, sindicatos, partidos políticos, sociedad civil), lucha por los derechos humanos, plan económico y textos para los más chicos.
Para aquellos interesados, pueden acercarse y pedir el suplemento, así como sugerir otras obras que ayuden a mantener viva la memoria.


LLOVER SOBRE MOJADO
Un mes difícil

Comienza la actividad escolar y cada vez se hace más difícil que los pibes tengan acceso a todo lo que se merecen para poder estudiar. Por eso apelamos nuevamente a la solidaridad de los vecinos para que acerquen libros escolares actualizados. Siempre la respuesta ha sido generosa, así que desde ya estamos agradecidos.

También recordamos que continuamos con el trabajo en El Galpón de Romero (520 y 166), y allí los pibes están necesitando útiles escolares, mochilas, guardapolvos y pintores. Si pueden, acerquen lo que tengan lo antes posible.


MARZO 03
Aquí estamos

A partir de este mes, se amplía el horario de atención: los lunes, martes y viernes de 11 a 13 hs. y los lunes y miércoles de 18 a 20 hs.

La biblioteca sigue creciendo. En cantidad de lectores, de libros, en infraestructura. En desorden también, ya sabemos. Vengan con tiempo.


tapaconseguirlo
Pinceladas argentinas

Cuentos de los años felices. Osvaldo Soriano.

Este libro, editado por Sudamericana, recopila cuentos y artículos en los que Soriano recorre algunos tópicos que aparecen a lo largo de toda su obra. Con un estilo simple y profundo, este notable escritor argentino nos transporta a los años de su infancia, incursiona en temas históricos y nos deleita con su mirada futbolera de la vida.
El libro se divide en tres partes. La primera, En nombre del padre, esta poblada por relatos que transcurren durante la infancia del autor. En ellos, a partir de los cuentos en los que la figura del padre aparece en un lugar central, Soriano nos sorprende con una encantadora pintura de los años cincuenta.
La segunda parte, que se titula Otra Historia, está compuesta por relatos y artículos sobre acontecimientos y personajes históricos. El lector podrá encontrar aquí, por ejemplo, una interpretación de la Revolución de Mayo que poco tiene que ver con la que hemos conocido en la escuela, y disfrutar de ciertas semblanzas, como la de Belgrano o la de Robespierre.
Pensar con los pies, la última parte del libro, reúne, desde luego, cuentos de fútbol. Es en ese terreno que cobran vida personajes tan notables como el Míster Peregrino Fernández o el hijo de Butch Cassidy y donde Soriano puede imaginar una final de la Copa del Mundo disputada en la Patagonia entre los alemanes y los mapuches...



lecturas

El conejo piquetero

La veleta se mueve

a impulso de los vientos...
Guía a las golondrinas,
al linyera, a los sueños.
Raúl González Tuñón

Aquella abuela lenga parecía árbol por lo vieja. Con ojos de brasa y manos de corteza dejaba escapar las palabras de a poco, como cuentas.

Mientras iba estirando la masa, repulgaba recuerdos con palabras, alumbrando mundos y misterios viajeros de su savia.
– Así con los buñuelos–, le decía a ese nieto suyo. Y en el vaporoso ambiente, entre leña y mate, oficiaba ella de mago o de chamán.
– Debe entremezclarse la harina con los sueños y algo del corazón encarnará en las manos–, le repetía con su voz cascada, siempre encorvada sobre la batea.
– Ralladura, leche...– y una bandera roja y negra soplaba desde el fondo del tiempo llegándose hasta ella, moviendo su largo vestido tan negro como la salamandra, estremeciendo a Pachano, que no veía de donde podía entrar un viento así, en la casa, cuando afuera en los árboles las hojas inmóviles dormían su calma mayor.
Iba y venía la vieja por ese universo acotado por los años, jugando a la payana con sus huesos que saltaban en cada momento de esa sinfonía ritual de iniciación.
Así Pachano, primero aprendiz pero al fin brujo, dio en el desván con una antigua maleta que abandonara alguna vez su amiga Aisha, titiritera por divino mandato del corazón. Y supo, hurgando en el fondo, combinar los elementos: trapos del tiempo, paño, hilachas de lluvia, corcho, la paja de una escoba y, por cierto, una pizca de harina con mucho de sueños y el eco del corazón.
Con esta alquimia, Buñuelo fue alumbrado. Y claro, Buñuelo era un conejo, y también claro, era un conejo anarquista.
A poco formó Pachano una pequeña compañía y sus muñecos se hicieron conocer.
Buñuelo aprendió a pararse tomándose del borde de una olla; fue esa una olla popular que duró largos días. Ahí adquirió esa costumbre de comer solo guiso, que ya no dejaría jamás. Sus primeros pasos acompañaron a un grupo de estudiantes que decidieron tomar el Congreso de la Nación. Entre todos estrechados de las manos abrazaron aquella enorme casa.
En medio de la barahúnda iniciada en la puerta, entre mandatarios unos y otros rebelados, un diputado más que furiosos señaló al conejo y... “vos callate, ¡hijo de perra!”, le gritó a viva voz.
Fue así, el primer conejo que tomara el Congreso de la Nación. Pero no se detuvo con esto, siguió siendo arte y parte en cada forma de resistencia, creciendo en el colectivo de la organización.
Ahí donde hubo un gran corte de ruta, entre árboles tumbados bloqueando el camino, entre llamas y puños levantados, una brigada antimotines apresó y se lo llevó a Pachano. A Buñuelo, que estaba haciendo la pata ancha, también se lo llevaron quedando como rehén. Días después era devuelto en una bolsa, hecho hilachas su mameluco de arpillera, sangrando por la boca, mascando el freno de la bronca. Este orador de barricada fue el primer conejo piquetero de que hubiera mención.
Pachano empuñaba el corazón con el muñeco, era un puño en alto en forma de conejo. Iba y venía por peñas y barrios pulsando el ritmo de la sangre, el sordo rumor que abona el frío, el hambre que crece con el desamparo. Entonces, algo extraño comenzó a operarse en el muñeco pues su viejo y raído mameluco empezó a tornarse rojo y negro como aquella bandera alguna vez soplando desde el fondo de los tiempos.
En una carpa blanca lo esperaron los maestros; ahí le hicieron una cama de aserrín. Adherido al ayuno duró un par de meses extrañando el guiso y antes de salir muy debilitado un grupo de periodistas por fin lo entrevistó.
Poco después, en uno de esos pizarrones del pueblo, en uno de esos muros, alguien dejó estampada con graffiti la contundente silueta de un conejo; viejas madres de pañuelo blanco lo rodeaban, íbanle dando vueltas a la noria como soplando un fuelle de la historia.
Un viento largo recorría el país enhebrando las miradas. Buñuelo era el ojo del viento y este venía de avivar incendios.
Desde la Pampa, el llamado a un festival movilizó a la pequeña compañía. Les tocó representar en Lonquimay. Al ingresar a la escuela para dar la obra, Pachano quedó paralizado. Era el dibujo de un payaso saltando de una caja de cartón; como un papel carbónico del tiempo el típico dibujo de su abuela. En esa misma escuela rural –estaba el piano que tocara entonces–, Matilde había sido maestra y titiritera también. Pachano estremecido dirigió su mirada hacia el conejo, los ojos se le habían puesto como brasas y algo como una ráfaga fría penetró la puerta y recorrió el lugar.
La gente parroquiana ofreció acompañarlo al cementerio donde una antigua titiritera descansaba; llegando al camposanto descubrió a Fidela, era de su bisabuela de quien se trataba.
El nieto, ahora bisnieto, hacía un cierre con su historia. Su identidad se reencontraba en el compromiso solidario y en el colectivo de una marcha larga.
Mientras ultimaba detalles de vestuario, una gallina ingresó en la bolsa de Buñuelo y puso un huevo. Esto fue tomado por Pachano como una buena señal; irían hacia el sur hasta llegar a Ushuaia.
Así, estos muñecos trashumantes se hicieron de nieve y de frío. Amable Gambeta el presentador, Severino y Mikaela los eternos novios porque siempre llevaban el amor. A poco de establecerse Anabella se enamoró de Buñuelo en un piquete y también se incorporó. Todos festejaron la nieve con un guiso carrero que no tuvo parangón.
Pasado un tiempo de fermento, de extraños fuegos y de viento blanco, de voces convocando lo que todos eran, que no se ha olvidado, el conejo leyó una proclama. Desde Tierra del Fuego convocaba a un paro nacional.
Luego vino una de violines y de marionetas en el Centro Infantil Integrado. Pachano y sus muñecos presentaban a una familia, tan pobre que dormían juntos todos en una misma cama; así para poder dormir, para lograrlo sin darse de patadas, debían soñar el mismo sueño. El paisito entonces aparecía un poco como eso, como un mismo sueño compartido.
En el entreacto, mientras Pachano reparaba un madero del tinglado, un viejo de pelo muy blanco y ojos glaucos se acercó estrechándole las manos.
– ¡Muchas gracias!– le dijo –por traer el conejo hasta acá.
– Muchas gracias, ¡por acordarte de los niños!
Cuando el titiritero terminó de incorporarse corrió para hablarle pero llegando al pasillo el viejito de frías manos ya no estaba más. Ni en ningún lado. La portera no se había movido pero ni ella ni nadie lo vio entrar ni salir jamás, solo Pachano.
Aquel fantasma que pasara le hizo pensar, recordando a su abuela, que no podía estar tan errado, el mundo de arriba acompañaba al de abajo.
Después de las lluvias, tiempo del deshielo, Pachano no apareció más. Se supone murió de hambre o de frío, como la mayoría de los titiriteros de la Patagonia. O, quizás, se perdió en una tormenta de nieve cruzando la cordillera a pie.
Lo cierto es que el conejo, por algún designio de su sangre, sigue acá. En cada caminata, entre las pancartas, como un corazón hecho puño enarbolado sobre las cabezas, siempre está.
A veces somos pocos y hace mucho frío y hambre, entonces levantando la mirada, algo como un calorcito nos entibia el corazón.
Es extraño, pues hay niños jurando que no va solo. Dicen verlo sentado sobre el hombro de una vieja, de largo vestido negro, tan negro como una salamandra.
Va la solidaridad pateando las callejas, a veces con forma de conejo, tejiendo una gigantesca red. Esta se va anudando de a poco, con códigos a veces de silencios y otras de gritos, guitarras, o poemas también. Es una gran malla que identifica soles y ganas y porfías; que danza y danzando, alumbra lo que vendrá.

Nicolás Romano.




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Boletín informativo Nro. 19 - Marzo del 2003
Editado por la Biblioteca Popular Héctor Germán Oesterheld
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